Etiopía se hunde en el caos. Varios grupos rebeldes reunidos en torno al Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT) avanzan en estos momentos a la capital, Adís Abeba. No se sabe todavía si lo lograrán. Lo que sí se sabe, en cambio, es que «si se produjese la descomposición de Etiopía sería como una explosión atómica», como dijo en una entrevista el padre Giulio Albanese, comboniano, periodista y misionero desde hace mucho tiempo en varios países africanos.
En los últimos días, entre las noticias de violencia de todo tipo que amenazan a la población civil, se han registrado incluso secuestros de personal diplomático y religioso.
Después de los 16 empleados de la ONU y las 17 personas sacadas por la fuerza del centro de formación «Don Bosco» en el barrio Gotera de Adís Abeba, en las últimas horas, 72 socorristas del World Food Programme, el programa mundial de alimentos de las Naciones Unidas, fueron arrestados sin causa alguna en Semera, una ciudad del norte del país, mientras recorrían el único camino que permite el paso de convoyes humanitarios a Tigray. En general, las redadas no perdonan ni siquiera a las comunidades religiosas, especialmente a las iglesias ortodoxas, pero también a la Iglesia Católica. Según el padre comboniano Giuseppe Cavallini, en la región occidental del Benishangul, los guerrilleros han «literalmente arrasado nuestra misión comboniana, obligando a huir a sacerdotes y monjas». Señales que hacen temer un escenario de limpieza étnica. «El conflicto, que comenzó en la región de Tigray, ahora se está expandiendo por todo el país, con graves consecuencias para toda la población civil. El riesgo de una “balcanización” de Etiopía es real», advierte Mussie Zerai, presidente de la asociación para la cooperación de Hebashia, entrevistado por Radio Vaticana.
La ONU ha denunciado, en los últimos días, la extrema brutalidad ejercida por todas las partes involucradas. Resulta difícil obtener cifras precisas, pero considerando el número de evacuados en movimiento en el área del Cuerno de África a causa del conflicto, la dimensión de la crisis humanitaria es muy preocupante.
El mismo p. Albanese había reconstruido recientemente en las páginas de L’Osservatore Romano la génesis y las implicancias del conflicto, que entre otras cosas está minando seriamente el rol político de Adís Abeba en el marco de la Unión Africana. El misionero comboniano identifica, en particular, la historia de rivalidades étnicas de los grupos enfrentados y la cuestión del control de las aguas del Nilo, (motivo de fricciones, además, con Sudán y Egipto), como los dos principales detonantes del desastre en curso.
Recordemos que el conflicto ya dura un año y que estalló debido a la operación lanzada por el ejército del gobierno en la región de Tigray, el 4 de noviembre de 2020, luego de que el FLPT fuera considerado responsable de haber atacado una base militar en Dansha. El primer ministro etíope, premio Nobel de la paz de 2019, Abiy Ahmed, había acusado al FLPT de traición y terrorismo, y lanzado una campaña militar para restablecer el orden en la región. La ofensiva había sido declarada terminada el 29 de noviembre de 2020, con la conquista de Mekele.