¿Se está armando hoy en Ucrania el dramático rompecabezas de la «Tercera guerra mundial a pedazos», evocada hace años por el Papa Francisco? Recientemente, el 24 de marzo, el Pontífice afirmó que lo que está sucediendo en el corazón de Europa es «el fruto de la vieja lógica de poder que todavía domina la llamada geopolítica. La historia de los últimos setenta años lo demuestra: guerras regionales nunca han faltado; por esto yo he dicho que estábamos en la tercera guerra mundial por partes; un poco por todos lados; hasta llegar a esta, que tiene una dimensión mayor y amenaza al mundo entero. Pero el problema de base es el mismo: se sigue gobernando el mundo como un “tablero de ajedrez”, donde los poderosos estudian los movimientos para extender el predominio en detrimento de los demás».
¿Pero cuáles son las «piezas» de este conflicto en el tablero global? ¿Cuántas guerras hay en el mundo? No resulta sencillo ofrecer un dato unívoco, entre otras cosas debido a la variedad de definiciones que se usan como referencia. Además del conflicto en Ucrania, con seguridad podemos afirmar que se combate abiertamente en Yemen, Siria, Somalia y en muchas otras zonas del planeta. Algunas organizaciones hablan de 27 guerras actualmente en curso.
Otros, entre los que se encuentra el director del semanal italiano Internazionale, Giovanni De Mauro, identifican al menos 59. Teniendo en cuenta que la definición de «guerra»: «conflicto abierto y declarado entre dos o más estados o, en general, entre grupos organizados, étnicos, sociales, religiosos llevados a cabo con medios militares», De Mauro incluye también la guerra que México combate desde 2006 contra los carteles de droga, o la que se tiene lugar en Nigeria desde 2009, entre el gobierno y Boko Haram; o en Birmania, que ya cuenta con 3.846 víctimas desde el inicio del año. Y luego cita las denominadas guerras «de baja intensidad», entre las que se cuentan el conflicto entre Pakistán y la India por la región de Cachemira, el de Sudán, el de la República Democrática del Congo, el de Somalia, Mozambique, y el conflicto entre Israel y Palestina. En resumen, una compleja red de odios nacionalistas e intereses económicos y estratégicos que hoy podrían alcanzar un síntesis de éxitos catastróficos.
Conflictos, como el de Ucrania, que no estallan de manera imprevista, de la nada, y frente a los cuales el mensaje del Papa en estas semanas ha sido el de no legitimar la guerra y la escalada militar como solución sin alternativas: «La verdadera respuesta no son otras armas, otras sanciones, otras alianzas político-militares, sino otro enfoque, una forma diferente de gobernar el mundo globalizado —no enseñando los dientes, como ahora—, una forma diferente de establecer las relaciones internacionales. Subrayó, además, que «ciertas opciones no son neutrales: destinar gran parte del gasto a las armas, significa quitárselo a otra cosa, lo que significa seguir quitándoselo una vez más a quienes falta lo necesario para vivir». Su sensación es que «el mundo ha seguido y sigue rigiéndose por criterios obsoletos» según los cuales la guerra es – erróneamente – siempre «algo inevitable: ¡no debemos acostumbrarnos a la guerra! Más bien debemos convertir la indignación de hoy en el compromiso de mañana. Porque – afirma el Papa Francisco en el Angelus del 27 de marzo – si de esta situación salimos como antes, de alguna manera todos seremos culpables. Frente al peligro de autodestruirse, la humanidad comprenda que ha llegado el momento de abolir la guerra, de cancelarla de la historia del hombre antes de que sea ella quien cancele al hombre de la historia. ¡Rezo para que todo responsable político reflexione sobre esto, se comprometa con esto!».