ECOLOGÍAACÉNTOS

El espíritu empresarial y el planeta Tierra

© Towfiqu Barbhuiya / Unsplash

La opinión generalizada según la cual el espíritu empresarial está impulsado principalmente por la ganancia es perjudicial e inexacta. Es perjudicial porque distorsiona la política pública en beneficio de aquellos cuya única preocupación es ganar dinero. También es inexacto porque el principal motivo de cualquier empresario digno de ese nombre es conseguir un resultado que tenga valor humano. La ganancia sigue siendo una medida esencial del éxito de cualquier empresa, pero cuando se convierte en el objetivo primordial, es más que probable que la iniciativa pretenda explotar tanto a los clientes como a los empleados. La conexión entre el espíritu empresarial y el valor humano es más que un noble ideal: pone de relieve el valor de hacer negocios en la sociedad humana. Ninguna sociedad se beneficia de aquellos cuya única preocupación es la ganancia. El empresario, por su parte, tiene un papel insustituible en la promoción del bien común.

Este artículo pretende mostrar que las propuestas de la encíclica Laudato si’ (LS) del Papa Francisco pueden ayudar a cambiar la concepción que el mundo empresarial tiene de sí mismo, pasando desde el actual modelo orientado al beneficio a uno que, con la adecuada supervisión política, pueda servir a las necesidades de la humanidad y, en particular, pueda promover el cuidado de nuestra casa común. Las políticas públicas tienen un papel fundamental para lograr este cambio, porque cuando los encargados de determinarlas ven el beneficio como un fin en sí mismo, incumplen su función de supervisión, es decir, faltan a su responsabilidad de control, que es absolutamente imprescindible para que los empresarios responsables no se vean en grave desventaja y el bien común no se vea comprometido.

La principal función de las empresas es proporcionar bienes y servicios. También son los principales proveedores de empleo. A través de estas dos funciones, configuran la vida cotidiana en lo esencial. Los líderes de las empresas tienen una influencia que va mucho más allá de su función económica, y la forma en que ven lo que hacen tiene una profunda influencia en el resto de la sociedad. Esto explica por qué, en las últimas décadas, lo que han dicho los líderes empresariales sobre sus principios inspiradores basados en las ganancias ha tenido un efecto tan perjudicial.

Una noble vocación

La imagen de la empresa, tal y como se esboza en Laudato si’, se lee a primera vista como una letanía de condenas: contaminación, despilfarro de los recursos hídricos, liberación de residuos tóxicos, crisis de empleo y degradación social (cfr LS 20; 46; 51). El mundo digital, en su forma actual, destruye las relaciones humanas (cfr LS 47). Pero, a pesar de todo esto, el Papa Francisco también habla de la actividad empresarial como «una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos» (LS 129).

Cuando el Papa habla de «vocación» o «llamada», se refiere a una motivación que nos impulsa más allá del interés propio. Un ejemplo clásico es un buen profesor o una enfermera que se preocupa por la calidad de su trabajo. Esas personas se ganan nuestra admiración. No solemos relacionar esas nobles actitudes con el mundo empresarial, pero Laudato si’ nos invita a considerar esta posibilidad.

Valorar la Tierra

El propósito de la actividad comercial es valorizar los recursos de la Tierra para aumentar la prosperidad. Esto es más evidente en actividades económicas básicas como la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería, pero en última instancia todas las industrias y servicios dependen de estas cuatro actividades más antiguas. Dado que a lo largo de los siglos no han faltado casos de saqueo de territorios y de desmoronamiento de civilizaciones enteras, conviene pensar en el comercio en términos de «valorización» más que de «explotación».

Inscríbete a la newsletter

Cada viernes recibirás nuestros artículos gratuitamente en tu correo electrónico.

Explotar a un animal hasta la saciedad no tiene sentido. Valorarlo, en cambio, significa desarrollar una relación con otro ser vivo que va más allá de la mera dimensión funcional. Cuando se trata de la vida, se requiere una relación de cuidado, que involucre la dimensión del corazón no menos que la del interés propio. En una empresa estable, arraigada en un lugar y en una red de relaciones humanas, este sentimiento de apego y preocupación tiene un papel real y valioso. Tal vez una organización empresarial pueda ser rentable sin ella, pero es poco probable que ofrezca resultados de valor duradero. Los responsables políticos deben ser conscientes de este elemento de integración en las actividades empresariales sostenibles.

Riesgo e intuición

Sin embargo, la valoración y el afianzamiento son sólo una cara de la moneda. Por otro lado, vemos que la iniciativa empresarial, en la medida en que se refiere a la puesta en marcha de nuevos proyectos, siempre implica un riesgo. Y esto, a su vez, requiere un elemento intuitivo, que dicte a quien asume el riesgo un respeto esencial por el aspecto no racional – o espiritual – de la experiencia humana. De hecho, el empresario se encuentra invariablemente en una realidad sobre la que no tiene control, pero con la que puede establecer una «sintonía».

En este contexto, la crítica del Papa Francisco a la «rapidación» es significativa. Habla de una ralentización que debe tener lugar en el contexto de ese «descanso contemplativo» sin el cual la actividad humana no tiene sentido (cf. LS 237)[1] . El aprovechador se preocupa por ganar el máximo de dinero posible y lo más rápido posible. El emprendedor, en cambio, se adentra en ese territorio en el que, en última instancia, se guía por esa intuición de que sólo logrará sus objetivos si está en sintonía con una realidad más amplia.

Una satisfacción más profunda

El éxito en los negocios siempre traerá beneficios, pero también una satisfacción más profunda que no se encuentra en los balances. Cuando un hotelero mira las cuentas de su negocio al final del año, puede estar contento, pero puede estarlo aún más si sus empleados están seguros en su trabajo. Un promotor inmobiliario puede sentirse satisfecho de ciertas opciones de inversión, pero puede obtener una satisfacción mayor cuando ve que un edificio, que no existía hace unos años, ofrece nuevas oportunidades para reunirse y trabajar.

Esta experiencia humana refleja otro valor que el Papa Francisco ha resumido en el propio título de Laudato si’. La capacidad de decir «¡es algo bueno!» sobre un éxito concreto es ajena a los que sólo se preocupan por ganar dinero, pero es algo natural para los emprendedores que ven cómo sus proyectos llegan a buen puerto.

Sentido de los negocios

Esta actitud de alabanza, en el contexto de la empresa, no va en detrimento de los resultados prácticos. Si el sentimiento de satisfacción del que surge el elogio no va acompañado de organizaciones bien gestionadas, no puede sobrevivir. Una buena gestión requiere una atención concreta al comportamiento humano y a la motivación. Al igual que el acto de invertir, requiere un elemento de intuición que ninguna lógica o cálculo puede sustituir. Esta experiencia de la relación con la naturaleza humana es otra razón para explicar la influencia de las empresas en los responsables de la toma de decisiones. Para sobrevivir en su función, los líderes empresariales deben desarrollar un agudo sentido de cómo el comportamiento humano interactúa con la economía y la sociedad. Este «sentido de los negocios» no puede ignorarse trivialmente, pues puede distorsionarse o perderse, ya que el éxito alcanzado al generar un negocio puede llevar a la adulación y a la pérdida de la perspectiva crítica.

Los que quieran permanecer firmemente arraigados en esta perspectiva deben mantenerse en sintonía con los cambios que continuamente se producen en la sociedad humana. En la transición hacia una economía verde, las ideas del mundo empresarial, debidamente centradas en el reto que se avecina, tendrán mucho que ofrecer. Un rasgo distintivo de las buenas iniciativas empresariales es la voluntad de abordar las complejas cuestiones que apuntan al lado más oscuro e incierto de la naturaleza humana. Cualquiera que desee alcanzar algún resultado significativo debe enfrentarse siempre a una dimensión de irracionalidad inherente al comportamiento humano. Los gobiernos pueden frenar esta irracionalidad castigando los delitos. Las empresas, por su parte, están llamadas a encontrar formas no coercitivas de superar el reto de la irracionalidad.

El negocio como ganancia

Pero, históricamente, las empresas han tendido a mirarse a sí mismas desde la perspectiva de la ganancia. Dado que esta concepción sigue siendo dominante, los que la apoyan tienen cierta ventaja. En primer lugar, sus actitudes subyacentes les hacen más proclives a hablar en términos de «explotación» o «ventaja» y a restar importancia o ignorar cualquier discurso sobre la valorización y el cuidado. Como esta posición refleja una creencia ampliamente extendida, les otorga automáticamente influencia tanto sobre los responsables políticos como sobre la opinión pública. En segundo lugar, no ven la necesidad de alterar los patrones de pensamiento que han dado forma a las relaciones establecidas desde hace tiempo con los funcionarios públicos, que los consideran benefactores de la sociedad y, por tanto, los tratan con la correspondiente deferencia.

Si a esto le añadimos el enorme número de personas que dependen de las industrias tradicionales de uso intensivo de carbono para su subsistencia, comprenderemos la naturaleza de la lucha inherente a la impugnación de una visión de las empresas que se basa fundamentalmente en el axioma «nosotros ganamos dinero y todos ustedes consiguen trabajo». Esta afirmación lleva implícita otra: «No escuchen a nadie más que a nosotros». Ese «nosotros» incluye a los que ganan dinero y que, por tanto, lo saben todo sobre el mundo real.

Cualquiera que cuestione su visión de las cosas es tachado de poco fiable, no porque sea deshonesto, sino porque ha perdido el contacto con la realidad. Por el contrario, puesto que saben cómo ganar dinero, se presentan como si supieran todo lo que hay que saber. El economista canadiense John Kenneth Galbraith era muy consciente del carácter ilusorio de tales actitudes cuando hablaba de «lo extendida que está la impresión entre la gente de que la inteligencia […] va de la mano de la posesión de dinero»[2]. La influencia de la riqueza no sólo deriva de lo que es capaz de hacer, sino también del modo en que impone la obsecuencia y socava la facultad crítica.

Un elemento de «pathos»

Los cambios que se están produciendo en la sociedad mundial son presentados por Laudato si’ como una serie de retos – sociales, espirituales, educativos, políticos, económicos y éticos -, pero también se sitúan en el contexto de una nueva narrativa. El Papa Francisco se refiere a la «hermana nuestra madre tierra», que «clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella» (LS 2). Cita a su predecesor Benedicto XVI: «Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores»[3]. Habla de un movimiento creciente, que extrae su fuerza principalmente de los sentimientos compartidos que lo animan. Él mismo da una de las mejores explicaciones de esta influencia fermentadora: «La auténtica humanidad […] parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada» (LS 112).

Estos sentimientos contienen un elemento de pathos, destinado a apelar a la generosidad de los oyentes y despertar así su solidaridad y responsabilidad. La apelación a la dimensión del pathos es un componente clave del liderazgo político, aunque pocos líderes políticos de hoy parecen ser conscientes de ello. También tiene cabida en las empresas, entre quienes quieren hacer partícipes a los demás de la percepción de un compromiso con un proyecto que tiene potencial comercial precisamente porque refleja valores humanos.

Invertir en tecnología verde

Este elemento de pathos está estrechamente relacionado con el elemento de imaginación intuitiva que sustenta la decisión de invertir. Un ejemplo de ello es la cantidad de dinero que se invierte actualmente en tecnología verde. No cabe duda de que quienes se dedican a este ámbito de inversión en rápido crecimiento persiguen los beneficios financieros de sus iniciativas, pero también asumen riesgos. No basta con decir que «el futuro está en las energías renovables». Quienes invierten en ese futuro deben decidir de antemano qué forma concreta adoptará, qué recursos y procesos serán más eficaces y qué programas de investigación serán necesarios. En los pliegues de tales decisiones hay muchas incógnitas, lo que hace inevitable el riesgo. La opción final del inversor sólo puede definirse en términos de esperanza, de la que el pathos es una nota fuerte y atractiva.

Pero los que invierten en tecnología verde también corren otro riesgo. El mero hecho de imaginar un futuro sin industrias intensivas en carbono es un reto frente a los intereses consolidados y difundidos, y no sólo para los que hoy obtienen beneficios. Cuando las personas se enfrentan a la perspectiva de que la industria en la que trabajan puede dejar de existir, no sólo se enfrentan a la posibilidad de perder sus puestos de trabajo, sino también a la perspectiva de que todo su mundo sea reemplazado. Nadie puede contemplar un escenario así sin miedo, y las personas temerosas son susceptibles de ser manipuladas. Si se quiere evitar este riesgo, hay que entender el poder que una situación así otorga a quienes controlan las empresas.

Sí, transición, pero hay más

Invertir en tecnología verde significa mirar hacia un futuro en el que la competencia empresarial actual se resolverá a favor de quienes se centren en el valor humano y no en el beneficio. Iniciativas como el Pacto Verde Europeo y medidas similares en EE.UU. y China apuntan en esa dirección, pero de ahí no se deduce que el progreso hacia la sostenibilidad sea inevitable. El enfoque del Pacto Verde de «proteger a los ciudadanos y trabajadores más vulnerables a la transición»[4] se centra en esta lucha por ganarse los corazones y las mentes de los más propensos a sentirse perdidos y traicionados cuando oyen hablar de la transición.

El establecimiento del mecanismo de transición justa[5] es importante, pero en sí mismo no es suficiente. De hecho, no es suficiente para remediar la ansiedad de quienes se enfrentan a la inquietante realidad de la transición si el mensaje subyacente es el de desastre inminente. Es difícil sobreestimar la percepción de sentirse atrapado que experimentan quienes ven su cultura laboral amenazada de extinción. Se necesita un sentido de esperanza y una llamada a la generosidad, pero incluso el uso de tales palabras en este contexto puede parecer un acto de burla.

El desafío del diálogo

A los que queremos utilizar estas palabras nos conviene prestar atención a las reflexiones del Papa Francisco sobre la «rapidación». Es una situación que invita a aceptar nuestras limitaciones. Requiere un silencio respetuoso y humilde, junto con el cultivo de una actitud de alerta sobre posibles aperturas al diálogo. Es sobre todo gracias a los encuentros y a los momentos imprevisibles que se superará la profunda grieta que se está abriendo. La atención prestada en Laudato si’ a la espiritualidad y a la necesidad de conversión personal no equivale en absoluto a renunciar al desafío más amplio. Por el contrario, para abordar este último de forma realmente eficaz, tendremos que apelar a nuestras motivaciones más profundas.

Dona

APOYA A LACIVILTACATTOLICA.ES

Queremos garantizar información de calidad incluso online. Con tu contribución podremos mantener el sitio de La Civiltà Cattolica libre y accesible para todos.

Si la espiritualidad no cultiva un espíritu generoso, se convierte en un ejercicio de narcisismo. En el contexto de la transición hacia una economía y una sociedad verdes, uno de los objetivos más evidentes para un espíritu generoso es la próxima generación. Preguntar a los padres cómo sus hijos van a forjar su futuro, y con qué ayuda pueden contar para ello, es un reto que nadie puede ignorar a la ligera.

Todos incluidos

En última instancia, tenemos que encontrar una manera de superar la división y la sospecha, y el énfasis de Laudato si’ en el diálogo nos indica la dirección correcta. En el capítulo cinco, titulado «Algunas líneas de orientación y acción» (LS 163-201), la palabra «diálogo» se utiliza en relación con la comunidad internacional, el gobierno nacional y local, la política y la economía, la transparencia en la toma de decisiones y la relación entre las religiones y la ciencia. El Papa Francisco no hace una referencia explícita al diálogo con el mundo empresarial, pero no cabe duda de que su llamada es a la apertura total. Habla de «una conversación que nos una a todos» (LS 14). En definitiva, el diálogo tiene que ver con la esperanza, y la alternativa actual entre aferrarse a lo que es familiar en un mundo en el que esto se desvanece y enfrentarse a un futuro completamente desconcertante y desconocido ofrece poca esperanza.

Los que invierten en tecnologías alternativas están en ventaja para afrontar este reto. En primer lugar, han declarado su esperanza en un futuro alternativo no sólo con palabras, sino con el propio acto de invertir. En segundo lugar, su inversión en formas innovadoras de tecnología puede ofrecer oportunidades para formas de empleo sin precedentes. Este reto representará un nuevo campo de acción tanto para los inversores como para sus empleados y podría proporcionar un marco de diálogo en interés de ambas partes. Además, el enfoque pragmático sobre el comportamiento humano que caracteriza al buen empresariado hace que los inversores en tecnologías verdes puedan contribuir de forma ponderada al diálogo que será necesario con los que se vuelven vulnerables por la transición.

Una preocupación creciente por la Tierra

El diálogo es, en última instancia, un encuentro de historias, y la confianza que se construye a través de un diálogo fructífero se deriva no tanto de lo que se dice como de la forma en que los participantes perciben las acciones de los demás. ¿Son sus palabras coherentes con sus actos? Y, lo que es más importante, ¿son capaces de aceptar las críticas y modificar su comportamiento en consecuencia? En el capítulo seis – «Educación y espiritualidad ecológica» (LS 202-246) – el Papa Francisco insiste mucho en el modo en que la espiritualidad da forma a la acción. Lo relaciona estrechamente con la moral, destacando cómo el no practicar una determinada virtud puede acabar repercutiendo en el medio ambiente (cfr LS 224). Destaca que los cambios en los estilos de vida personales pueden ejercer presión sobre los responsables políticos. La contemplación impide que la acción humana sea presa de un activismo vacío y conduce a una renovada sensibilidad por los derechos de los demás (cf. LS 237).

Un número cada vez mayor de líderes empresariales de todo el mundo está de acuerdo en que la búsqueda exclusiva de la ganancia, sin tener en cuenta el medio ambiente y sin preocuparse por el sustento de los demás, es destructiva. Muchos se sienten cada vez más inclinados a reconocer el sentido del cuidado de la Tierra y a asumir la responsabilidad que tienen hacia ella. Este compromiso con el cuidado de la Tierra se adopta cada vez más como parte integrante de la relación de confianza con los clientes en la que se basa todo negocio. Relación que tiene sus beneficios – financieros y de otro tipo -, pero que implica desafíos adicionales, tanto más cuanto que esta creciente preocupación por la Tierra no está suficientemente respaldada.

Una tarea más compleja

El Pacto Verde Europeo ha cambiado ciertamente el enfoque en la dirección correcta, pero cuanto más se acerquen sus ambiciosos objetivos políticos a la aplicación, más se convertirá en un campo de batalla entre dos visiones irreconciliables sobre lo que significa «hacer negocios». Habrá una lucha en la que ambos bandos tendrán grandes posibilidades de imponerse, y el principal campo de batalla no será la administración pública ni la política ni la ciencia, sino el mundo de los negocios. Los que se opongan al cambio lo harán en nombre de una buena causa. Destacarán el trabajo que realizan. Buscarán a los grupos vulnerables que estén siendo descuidados en el proceso de transición y los defenderán. Intentarán socavar la credibilidad de cualquier investigación que cuestione sus intereses. Por otro lado, su obsesión por estos intereses también mantendrá su visión del mundo simple y fácil de defender.

Los que buscan el cambio tendrán una tarea más complicada, porque la crisis a la que se enfrentan es multifacética. Tendrán que lidiar con una compleja estructura de incentivos, a menudo ocultos, para obtener beneficios a corto plazo. Tendrán que persuadir a los administradores públicos del daño causado por muchas políticas ya consolidadas. Cada vez es más fácil reconocer los efectos nocivos de estas políticas, pero pocos líderes políticos están dispuestos a asumir un reto que nadie ha enfrentado antes, salvo en un contexto de guerra. Una cosa es hablar de ambición y objetivos a largo plazo, y otra muy distinta es traducirlos en cambios tanto en la política como en el sentimiento de los ciudadanos.

Un punto sencillo y claro

Janez Potočnik, en el prólogo de Business and the Earth[6], pinta un panorama sombrío. Casi un millón de especies están en peligro de extinción. El 75% de los ecosistemas de la Tierra están significativamente alterados. El 29% de la tierra está degradada en todo el mundo, lo que pone en peligro a más de tres mil millones de personas. La contaminación atmosférica provoca cada año entre seis y siete millones de muertes prematuras[7]. Estos graves riesgos son causados por el «consumo despilfarrador, ineficiente y desigual de los recursos naturales»[8].

Este prefacio es en sí mismo un ejercicio de diálogo, por parte de una figura importante en la lucha por un mundo sostenible (Potočnik es copresidente del Panel Internacional de Recursos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), con las ideas de la doctrina social católica. Retoma un tema desarrollado en el libro, relativo a los «buenos negocios» en la explotación de los recursos de la Tierra: «No se valora a un animal si se cuida de él, respetando los límites de su capacidad y asegurándose de que esté bien alimentado y descansado. […] En el caso de la tierra, al igual que con un animal de carga, si la explotamos, la destruimos. Y si destruimos la tierra, nos destruimos a nosotros mismos»[9].

En el prefacio se dice que el libro plantea «una cuestión sencilla y clara: cuando el mundo empresarial dialoga con la totalidad de la experiencia humana, tiene un papel insustituible que desempeñar en la prosperidad del hombre, y cuando no lo hace, se convierte en una fuerza de destrucción»[10].

Cuidar a los pioneros

Se requieren dos formas complementarias de diálogo. En primer lugar, todo el mundo empresarial está respondiendo, con niveles muy diferentes de entusiasmo, al reto de la transición. Se está pasando de un modelo más tradicional a otro en el que la preocupación por el medio ambiente se considera parte integrante de un buen negocio, al igual que evitar las malas prácticas. Esto requerirá un proceso de reflexión que podría beneficiarse del diálogo con una perspectiva ajena al mundo empresarial, como la doctrina social católica. Este diálogo debería tener lugar con todo el mundo empresarial.

En segundo lugar, dentro del mundo empresarial hay emprendedores que están abriendo la vía de cambio y no sólo responden a él. Esta categoría incluye, por ejemplo, a los líderes empresariales que se reunieron en el Parlamento Europeo el 25 de septiembre de 2019 para participar en una conversación que dio lugar al libro Business and the Earth. No comparten un interés manifiesto, como el que se deriva de la pertenencia a un sector determinado. El grupo que se reunió en el Parlamento Europeo pertenece a sectores muy diferentes -desde el aluminio hasta los cosméticos, pasando por la ropa, la minería, los juguetes, los alimentos y los productos químicos-, pero estaba claro que tenían un interés común en cuestionar las políticas actuales desde la perspectiva de la sostenibilidad. Aquí la Iglesia puede desempeñar un papel, invitando a estos pioneros de la empresa sostenible a reunirse para articular una visión de su rol que pueda reemplazar los patrones de pensamiento anteriores, los que durante demasiado tiempo han cegado tanto al mundo empresarial como a la sociedad en general respecto a los valores humanos.

Una inmensa influencia

En el epílogo del libro, el cardenal Jean-Claude Hollerich subraya que ninguna forma de sabiduría humana debe ser ignorada en nuestra respuesta a la crisis ecológica. Los líderes empresariales tendrán que «expresar una concepción de la cultura humana de la que ellos mismos forman parte»[11]. La realidad empresarial tiene su propia cultura específica, pero sigue estando conectada con la realidad humana más amplia. «El mundo de los negocios siempre será poderoso, los líderes empresariales siempre tendrán una enorme influencia a través de la forma en que se expresan y su comprensión de lo que hacen»[12].

Estos sentimientos serán considerados irrelevantes por aquellos que piensan que los negocios consisten principalmente en ganar dinero, pero serán acogidos favorablemente por quienes ven el beneficio como una medida de viabilidad dentro de la tarea global de utilizar los recursos de la Tierra de forma responsable y sostenible.

  1. Cfr E. Grace, Business and the Earth: A reflection on Laudato si’, Bruselas, Jesuit European Social Centre, 14 s. (www.uniapac.org).

  2. J. K. Galbraith, A Short History of Financial Euphoria, London, Penguin, 1994, 106 (en esp. Breve historia de la euforia financiera, Barcelona, Ariel, 2011.

  3. Benedicto XVI, Homilía en el solemne inicio del ministerio petrino (24 abril 2005): AAS 97 (2005), 710. Citada en LS 217.

  4. Comisión europea, «El Pacto Verde Europeo», Bruselas, 11 de diciembre de 2019, 19.

  5. Cfr ibid.

  6. Cfr E. Grace, Business and the Earth…, cit., 5.

  7. Cfr ibid.

  8. Ibid, 6.

  9. Ibid.

  10. Ibid, 7.

  11. Ibid, 59.

  12. Ibid.

Edmond Grace
Es el Secretario de Justicia y Ecología del Jesuit European Social Center, función que implica labores de formación, redacción e investigación sobre la ecología integral y la promoción de la justicia. Estudió Derecho en el Trinity College de Dublín y en la Universidad de Columbia. Ha dado conferencias sobre derecho y teoría política y ha sido director de PeopleTalk desde su creación. Es miembro del Diálogo Nacional sobre Acción Climática de Irlanda y del equipo organizador de Faith & Politics.

    Comments are closed.