«La violencia que sufre cada mujer y cada niño es una herida abierta en el cuerpo de Cristo, en el cuerpo de toda la humanidad», reiteró el Papa Francisco el 8 de febrero en un videomensaje para la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la trata de personas.
Este es un tema que el Pontífice ha retomado muchas veces en los últimos años. Lamentablemente, la pandemia ha incrementado el negocio de la trata de personas, ha exacerbado las situaciones de vulnerabilidad y ha agravado el dolor de los más vulnerables, en particular de las mujeres. Desde el inicio de la emergencia de Covid-19, las llamadas de mujeres a los centros antiviolencia han aumentado entre un 25 y un 111% en 10 países de los 5 continentes. Malasia es el país que muestra el mayor incremento (111%), seguido de Colombia (79%), Italia (73%), Sudáfrica (69%), China y Somalia (50%), Túnez (43%), Argentina y Reino Unido (25%). Estos datos figuran en el informe El virus del la violencia de género de Oxfam. Por eso, el Papa pidió a todos, hombres y mujeres, que no dejen de «indignarse» ante esta realidad. Pero también llamó a enfrentar el problema.
Fue precisamente «La fuerza del cuidado. Las mujeres, la economía y la trata de personas» el tema del Día contra la Trata de este año, organizado por Talitha Kum, la red internacional contra la trata de personas activa desde 2009 y formada por más de 3.000 religiosas de diversos institutos, y promovida por las Uniones Internacionales de Superioras y Superiores Generales, junto con numerosas organizaciones de todo el mundo.
«La mayoría de las personas que son reclutadas y luego caen en manos de los traficantes son personas que buscan un trabajo, una oportunidad para una vida mejor». Este es el vínculo más obvio y perceptible entre la economía y el tráfico, dijo en una reciente entrevista la hermana camboyana Gabriella Bottani, coordinadora de la iniciativa, sobre un fenómeno que tiene aspectos comunes y también particularidades que dependen de cada país y región. Asia, por ejemplo, destaca como continente de salida y llegada de las víctimas del tráfico sexual. En 2017, por ejemplo, 800.000 personas, principalmente niños, fueron vendidos en la frontera entre India y Nepal, mientras que miles de mujeres fueron vendidas por unos pocos miles de dólares en Asia Central y obligadas a prostituirse en Pakistán. En África, la coincidencia entre la productividad femenina y la explotación es sorprendente: las mujeres producen el 62% de los bienes económicos, pero sólo el 8% recibe un salario. En Sudamérica, está el caso de Brasil, desde donde parten 41 rutas de trata hacia el extranjero. Miles de personas están afectadas, y el número aumenta, porque con la pandemia hay 13,5 millones de personas que han perdido su trabajo.
Por otro lado, la hermana Bottani tiene claro que «no podemos mirar a las mujeres sólo como víctimas», y que es necesario «cambiar la mirada y considerar a las mujeres como un recurso». Entre las historias de esperanza que han surgido en las últimas semanas está la de Zaineb, refugiada siria que ahora se encuentra en el Líbano. Una vida de abusos a manos de su padre alcohólico y su madre adoptiva, un matrimonio forzado a los 14 años. Luego, la llegada de Isis, el secuestro, una huida de dos semanas al desierto y la vida en las calles de Beirut. La vida renació en el encuentro con las monjas de Talitha Kum, una expresión evangélica que significa «¡levántate!».
Hay muchas iniciativas de la Santa Sede sobre el tema. Una de ellas es «Signos», una exposición programada hasta el 13 de marzo en Roma, en el Palazzo Braschi. Se trata de un proyecto fotográfico realizado por el Cortile dei Gentili y la Consulta Femenil del Consejo Pontificio de la Cultura. 42 planos, en los que la imagen se funde con las historias de cuatro mujeres diferentes, diseñados especialmente para los jóvenes. «Quería acompañar las fotos con las historias», explica Consuelo Corradi, comisaria de la exposición. «Las tomas son evocadoras, pero no se ven los moretones, las heridas físicas: recuerdan estados de ánimo y puntos de inflexión en la vida de las mujeres. Queríamos que la gente se preguntara: ¿qué me evoca esta imagen?».
El tema de la educación es clave para combatir la violencia contra las mujeres. «La violencia se produce cuando la mujer es vista como una propiedad, una mercancía», dice la hermana Rita Giaretta, fundadora de la Casa Rut. «Es una mentalidad que provoca la muerte». Para romper esta espiral letal, «es necesaria una batalla cultural en la que se involucren la sociedad, la escuela e incluso la Iglesia, atendiendo a las emociones de los niños para que se conviertan en adultos conscientes». ¿Cuál es el camino para hacer florecer a una mujer maltratada? Para la hermana Rita, los pasos son lentos. Pero a veces «una mirada es suficiente».