Pastoral

¿Cómo ve Francisco la educación?

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Concepción de escuela

Francisco considera la escuela más allá de sus límites geográficos y de sus muros[1]. Él la define como «una plataforma para acercarse a los niños y a los jóvenes» (Christus Vivit, n. 221) La plataforma no está dirigida a sí misma. Ella es la tarima, el área de apoyo que sirve de base para otras operaciones. Es también «un lugar privilegiado para la promoción de la persona» (ibid).

La escuela no se restringe a sus límites y horarios. Ella los rebasa, apuntando a la realidad circundante y al mundo, ofreciendo una propuesta educativa para toda la vida. Una visión más abarcadora de la escuela la formuló recientemente el papa Francisco, en su mensaje a los colegios jesuitas de América Latina, con motivo del 20 aniversario de su Federación (FLACSI)[2], declarando ocho deseos: 1) Que nuestros colegios formen corazones convencidos de la misión para la cual fueron creados; 2) Que sean «colegios posada» donde se pueda sanar las heridas propias y ajenas; 3) Que los colegios sean realmente de puertas abiertas y no solo de discurso, adonde los pobres puedan entrar y de donde se pueda salir a su encuentro; 4) Que no se enrosquen en un elitismo egoísta, sino que aprendan a convivir con todos, donde se viva la fraternidad; 5) Que ellos enseñen a discernir, a leer los signos de los tiempos, a leer la propia vida como un don para agradecer y compartir; 6) Que tengan una actitud crítica sobre los modelos de desarrollo, producción y consumo que están empujando avergonzadamente hacia la inequidad; 7) Que los colegios tengan conciencia y creen consciencia; 8) Que sean colegios discípulos y misioneros.

Francisco considera un triple perfil identificador de la educación. La educación es un acto de amor, porque genera vida en su pluridimensionalidad. Ella saca a las personas de su mismidad, las ayuda a familiarizarse con su interioridad, a ejercitar su potencial, a abrirse a la trascendencia, a incluir a los descartados en el círculo de la vida. «La educación es una realidad dinámica, un movimiento que saca a la luz a las personas»[3]. «Estoy convencido – dice el Papa en Laudato si’ – que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo» (n.15).

La educación es también un acto de esperanza que ayuda a romper el círculo vicioso del escepticismo, de la incredulidad, de la cristalización de concepciones y actitudes contrarias a la dignidad del ser humano. Es reiterativo el grito del Papa Francisco a varios públicos para que no pierdan la esperanza, porque «una globalización sin esperanza y sin horizonte se expone a los condicionamientos de intereses económicos que muchas veces están lejos de una correcta concepción del bien común y fácilmente producen tensiones sociales, conflictos económicos, abusos de poder»[4].

Finalmente, la educación es un factor humanizante del mundo, ya que ayuda a romper el individualismo, a apreciar las diferencias, a descubrir la fraternidad, a responsabilizarse del medio ambiente. Ella es «el antídoto natural de la cultura individualista que a veces degenera en un verdadero culto al yo y la primacía de la indiferencia»[5].

Francisco denuncia concepciones del proceso educativo que son incompatibles con la contemporaneidad. Rechaza la hegemonía de contenidos, lamentablemente todavía presente en muchas escuelas. «Educar – dice – no es solo transmitir conceptos, esto sería un patrimonio de la Ilustración que hay que superar»[6]. La educación no puede ser nominalista, en el sentido de transmitir al alumno únicamente los «contenidos de las nociones, de una manera que no completa todo lo humano porque la persona, para sentirse persona, tiene que sentir, tiene que pensar, tiene que hacer estos tres lenguajes tan sencillos: el lenguaje de la mente, el corazón y las manos»[7]. El concepto educativo como transmisión de contenidos se acabó, se agotó, enfatiza el Papa[8], porque la «educación formal se empobreció debido al positivismo. Solo conoce un tecnicismo intelectual y el lenguaje de la cabeza. Y por eso se empobreció»[9].

El Papa reacciona, también, ante los intentos de separar la formación espiritual de la formación cultural, con el pretexto de que el estudio no sirve si no se tiene en cuenta algo concreto. Y justifica: «el estudio sirve para hacerse preguntas, para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar sentido en la vida» (CV 223). Va a ser ineficaz y va a perpetuar el padrón de vida consumista la escuela que no se esfuerce por difundir un «nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza» (LS 215).

En su lectura de los tiempos modernos, el papa Francisco enumera cinco factores que amenazan la educación[10]. Hay una inequidad educativa, una «catástrofe educativa», con 260 millones de niños fuera de cualquier actividad educativa, por falta de recursos, por las guerras y las migraciones. El patrimonio de las 50 personas más ricas del mudo podría hacerse cargo de la atención médica y la educación de cada niño pobre[11].

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En segundo lugar, los avances que están haciendo los gobiernos, con la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, para mejorar la educación son notorios, pero insuficientes. Hubo una fractura, una ruptura entre la conjugación de fuerzas que deberían asumir la educación: Estado, familia y sociedad[12].

En tercer lugar, el Papa considera que la «deconstrucción del humanismo» es una de las principales dificultades a las que se enfrenta la educación hoy, debido al individualismo, a la indiferencia, a la dictadura de los resultados, al elitismo en la educación y a la «rapidación». Francisco acuña este neologismo para denunciar la existencia de un «torbellino de velocidad, cambiando constantemente los puntos de referencia»[13].

El cuarto factor de amenaza para la educación es la ambigüedad de la era tecnológica. El uso descontrolado y acrítico de los recursos digitales y la abundancia de estímulos e imágenes atractivas y continuas, alteran las relaciones entre los seres humanos, provocan una desintegración psicológica, pérdida de identidad, pobreza de interioridad y falta de trascendencia. «Hoy en día – dice el Papa – hay una tendencia al positivismo, es decir, a educar en el valor de las cosas inmanentes, y esto ocurre tanto en países de tradición cristiana como en países de tradición pagana. Y esto no introduce a los niños a la realidad total: falta la trascendencia. Para mí, la mayor crisis de la educación desde una perspectiva cristiana es su cierre a la trascendencia»[14].

Finalmente, la ruptura del pacto educativo – vale decir: entre la escuela, la familia, el gobierno y la sociedad – es otro factor que desestabiliza la educación y que el Papa Francisco describe con vehemencia en varios pronunciamientos. Este fenómeno proviene de una demisión de los que deberían asumir juntos la responsabilidad educativa, pero la delegan al profesor. En consecuencia, la educación se ha vuelto elitista, discriminatoria, selectiva. «Parece – afirma Francisco – que sólo tienen derecho a la educación las personas con un cierto nivel o capacidad cultural; pero ciertamente no todos los niños, todos los jóvenes tienen derecho a la educación. Esta es una realidad que nos avergüenza. Es un hecho que nos lleva a una selección humana y que en lugar de unir a las personas, las separa, separa también a los ricos de los pobres, separa una cultura de otra»[15].

En las encíclicas y exhortaciones apostólicas del papa Francisco hay alrededor de 80 breves referencias a la educación, en las cuales hay cuatro temas que él desarrolla de manera más amplia: educación en valores, educación en la fe, educación en sexualidad y educación ecológica.

En la exhortación Amoris Laetitia, además de varias referencias a la educación, el Papa le reserva un capítulo titulado «Fortalecer la educación de los niños» (nn. 259-290). Allí él aborda varios aspectos: educación de la buena voluntad, de hábitos y tendencias afectivas para el bien; formación ética; apropiación paulatina de valores; educación adecuada para la disciplina y el autocontrol; vida familiar como contexto educativo; educación sexual positiva y prudente; y el camino de transmisión de la fe.

Para Francisco, la educación en valores debe presentar el fin deseado como bueno, atractivo y satisfactorio, antes que los aspectos más exigentes de esfuerzo y renuncias (cfr AL 265). El aprendizaje y el proceso perseverante de apropiación de valores conduce al alumno, según su grupo de edad, a la maduración de hábitos, que son el fundamento de las actitudes externas. La libertad debe fomentarse y convertirse en el motor de la práctica espontánea del bien. De esta manera, dice el Papa, «la vida virtuosa construye la libertad, la fortalece y la educa, evitando que la persona se vuelva esclava de inclinaciones compulsivas deshumanizantes y antisociales» (AL 267).

La educación en la fe es prerrogativa y misión de la familia. Esta recibe el apoyo de la Iglesia para tomar conciencia de su misión y empeñarse con ardor. Los abuelos, con su sabiduría, pueden contribuir decisivamente a esta misión (cfr AL 262).

El Papa no se refiere a los contenidos de la educación en la fe, porque los entiende más como una transmisión de la experiencia familiar de oración y compromiso misionero. «La transmisión de la fe supone que los padres vivan la experiencia real de confiar en Dios, de buscarlo, de necesitarlo, porque solo de ese modo “una generación pondera tus obras a la otra, y le canta sus hazañas la alabanza de las obras [de Dios]”» (AL 287). La catequesis familiar no es dogmática ni proselitista, sino flexible, respetuosa de la libertad y la situación existencial de los niños. Para los jóvenes, ayuda invertir más en su audacia y responsabilidad que en reglas (cfr CV 233).

El Papa lamenta que no se tome en serio la educación sexual (AL 285) y defiende que ella debe ser positiva y prudente, precisamente en un contexto cultural que tiende a empobrecerla y reducirla a la información o a recetas para el «sexo seguro» (cfr AL 280; 283). Por consiguiente, afirma Francisco, «no hay que engañar a los jóvenes, llevándoles a confundir los planos: la atracción “crea por un momento la ilusión de la unión, pero sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes”» (AL 284).

Francisco también dedica un ítem a la identidad de género, explicando que lo masculino y lo femenino no son rígidos, pero no podemos «separarlos» porque son obra de Dios, «anterior a todas nuestras decisiones y vivencias y en las que hay elementos biológicos que es imposible ignorar» (AL 286).

Otro tema en el que Francisco se expande es el de la educación ecológica o ambiental, que no puede restringirse a la información científica y la orientación sobre reducción de costos y prevención de riesgos ambientales. En la encíclica Laudato si’ hay un capítulo dedicado a la educación ecológica, titulado: «Educación ecológica y espiritualidad» (nn. 202-245). En él, el Papa enfatiza la necesidad de que la humanidad cambie su mentalidad y formas de actuar y, para ello, se apoye en la educación, factor imprescindible. «La conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica – afirma Francisco – necesita traducirse en nuevos hábitos. Muchos son conscientes de que el progreso actual y la mera sumatoria de objetos o placeres no bastan para darle sentido y gozo al corazón humano, pero no se sienten capaces de renunciar a lo que el mercado les ofrece» (LS 209).

Es necesario, defiende el Papa, la creación de una «ciudadanía ecológica» (LS 211), que no se limite a la información, sino que ayude a formar la conciencia de la población para resistir al pragmatismo utilitarista, para admirar y amar la belleza. del mundo, practicar la austeridad responsable, cuidar la fragilidad de los pobres y el medio ambiente (cfr LS 214). Para superar el mal comportamiento frente al medio ambiente hay que insistir en un cambio de mentalidad, que es tarea de la escuela, pues la educación será ineficaz y sus esfuerzos infructuosos, si no se preocupa también por difundir un nuevo paradigma en relación al ser humano, a la vida, a la sociedad y a la relación con la naturaleza. «De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado» (LS 215).

En la exhortación Querida Amazonia, el Papa enfatiza la necesidad de una ecología integral, que requiere educación más que consideraciones técnicas, las cuales serán inútiles «si no cambian, si no se la estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno» (QA 58).

En sus escritos principales, el papa Francisco trata también la educación crítica (cfr Evangelii Gaudium, n. 64), la educación para la emotividad (cfr AL 148), la educación para la fraternidad (cfr AL 194) y la educación de la memoria (cfr AL 193).

En la exhortación apostólica Querida Amazonía el Papa menciona a los pobres al referirse a la educación que se les debe ofrecer para desarrollar sus capacidades y empoderamiento. Debe ser una educación adecuada para «cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir» (QA 28).

Entre los temas o planteamientos educativos que el Papa aborda con mayor profundidad en las encíclicas y exhortaciones, se destaca el de la familia educadora, en Laudato si’ y en Amoris Laetitia.

En Laudato si’, el papa Francisco enumera los rasgos del significado y del rol de la familia. La familia es el «ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada» (LS 213). Constituye la sede de la cultura de la vida, contrariamente a la «cultura de la muerte». En la familia ocurre el primer aprendizaje de una vida cuidada y ordenada, con el «uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto por el ecosistema local» (ibid). Es también el «lugar de formación integral» donde se van desarrollando las diversas dimensiones de la persona. En la familia se aprende los pequeños gestos de cortesía que ayudan a construir una cultura de vida compartida.

En Amoris Laetitia afirma que es la «protagonista de una ecología integral» (AL 277); es el «lugar de sostén, acompañamiento y orientación» (AL 260); es la que asegura una instrucción básica (cfr AL 263). Es la «primera escuela de los valores humanos, en la que se aprende el buen uso de la libertad» (AL 274). «Es el ámbito de la socialización primaria, donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a soportar, a respetar, a ayudar, a convivir» (AL 276).

El desempeño educativo de los padres «no es solo un peso o una carga», sino un derecho y un deber muy importante, inalienable, que puede ser complementado, pero de ninguna manera sustituido por otras instancias, incluso por el Estado, que es apenas subsidiario (cfr AL 84).

Como ayuda a los padres en su misión, el Papa les sugiere que muestren a sus hijos afecto, testimonio, equilibrio, respeto amoroso, métodos activos, diálogo educativo, corrección con amor. Recomienda la promoción de la sensibilidad humana ante situaciones de enfermedad (cfr AL 277). Él alerta sobre la intrusión de las tecnologías de la comunicación en la vida familiar (cfr AL 278). Anima a los padres a orientar y advertir a los niños sobre situaciones de riesgo y prepararlos para enfrentar desafíos. A quienes manifiestan una obsesión por conocer el paradero de sus hijos, Francisco sugiere que «la gran cuestión no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida» (AL 261). Francisco concluye las orientaciones para la familia apelando a las comunidades cristianas para que la apoyen en su misión (cfr CV 247).

Pacto Educativo y nueva educación

En sus encíclicas y exhortaciones apostólicas, Francisco menciona sólo una vez, en Amoris Laetitia, la ruptura del pacto educativo: «Lamentablemente, se ha abierto una brecha entre familia y sociedad, entre familia y escuela; hoy se ha roto el pacto educativo y, por tanto, ha entrado en crisis la alianza educativa de la sociedad con la familia» (AL 84).

Sin embargo, en varios discursos y video-mensajes, el Papa denunció que «el pacto se rompió porque falta esta competencia social en educación»[16]. Esto se debe a la selectividad impuesta a la educación, con la preferencia de los más dotados y la exclusión de los demás[17]. Es tan grave esta ruptura que no hay forma de coserla, ya que los órganos de alianza – la sociedad, la familia, las instuticiones sociales – han renunciado a su responsabilidad, volcándola sobre los educadores, muchas veces sobrecargados de trabajo y no reconocidos[18].

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La propuesta de renovación educativa que Francisco sugiere en los diversos pronunciamientos, a partir de 2015, parte del convencimiento de que la educación, además de las notas señaladas anteriormente, es un acto de esperanza. Es una realidad dinámica que lleva al Papa a afirmar que «conocemos el poder transformador de la educación: educar es apostar y dar al presente la esperanza que rompe los determinismos y fatalismos con los que el egoísmo de los fuertes, el conformismo de los débiles y la ideología de los utópicos quieren imponerse tantas veces como el único camino posible»[19].

Una vez que la educación es también un «antídoto natural para la cultura individualista», ella es capaz de entender la diversidad, no como un factor amenazante o desestabilizador, sino como una «bendición para la propia identidad»[20]. De esta forma, podrá germinar la cultura del diálogo, del encuentro, de la fraternidad y de la inclusión.

Tomando en cuenta la interdependencia entre el ambiente humano y la naturaleza, Francisco enfatiza la necesidad de una educación ecológica integral, que promueva una alianza entre la humanidad y el ambiente, en los «diferentes niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos y espiritual con Dios» (LS 210). La dinámica de este enfoque educativo no privilegia los contenidos, sino un estilo de vida basado en la contemplación y en el cuidado de la naturaleza.

Esta concepción de la educación debe resultar en una ciudadanía ecológica, capaz de incidir en la conversión de una sociedad egoísta y beligerante a una nueva sociedad armoniosa y solidaria con sus miembros y el medio ambiente. Para ello, Francisco sugiere ofrecer a los jóvenes «un amplio abanico de experiencias de vida y procesos de aprendizaje»[21]. El Papa propone que la formación integral esté atenta al entorno, al contexto, a la realidad circundante para poder captar los desafíos que se presentan a la humanidad. Por eso, pregunta a los educadores si son capaces de advertir a los alumnos que no se desconecten de la realidad que les rodea, que no desconsideren lo que sucede a su alrededor, porque «es necesario sacarlos de clase, su mente tiene que dejar la clase, su corazón tiene que salir de clase»[22]. En la exhortación Christus Vivit, Francisco denomina «escuelas y universidades “en salida”» las que asumen la tarea de anuncio, de la cultura del encuentro, de la opción por los descartados (cfr CV 222).

Al considerar el contexto, la educación resignificada descubre las periferias, sociales y existenciales, a las que debe prestar su servicio y promover una amplia inclusión[23]. Para animar a los educadores escépticos o resistentes a esta dirección hacia las periferias, el Papa pregunta: «¿Cuál es la mayor tentación de las guerras en este momento? Los muros. Defiéndete, las paredes. El mayor fracaso que puede tener un educador es educar dentro de las paredes. Educar dentro de los muros de una cultura selectiva, los muros de una cultura de seguridad, los muros de un sector social acomodado que no avanza»[24].

El Papa propone incluir en los procesos educativos la educación para la fraternidad porque es precisamente el desprecio por ella lo que ha dado lugar a la cultura del descarte, del egoísmo, de la consideración de los demás como rivales o enemigos. La fraternidad, antes de ser un deber moral, es un rasgo de identidad, es constitutivo de la humanidad.

Para que el sueño de la nueva educación se vuelva realidad, Francisco exhorta a los educadores a no cerrarse a nuevas propuestas, a propuestas audaces de educación[25]. Ofrece diversos elementos para reorganizar el currículo de un nuevo tipo de educación, de modo que produzcan los frutos que la humanidad y el mundo necesitan. La formación integral o pluridimensional aparece con frecuencia en los escritos y pronunciamientos del Papa: «Hay que buscar integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Que un educando piense lo que siente y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace, haga lo que siente y lo que piensa. Integración total»[26]. Los temas más importantes que los procesos educativos – formales e informales – deben considerar son: 1) Educación para la interioridad y la trascendencia; 2) Formación integral o pluridimensional; 3) Diálogo interreligioso; 4) Educación para la ecología integral y estilo de vida sobrio; 5) Interdisciplinaridad; 6) Cultura del diálogo, del encuentro, de la fraternidad.

La dinámica del proceso educativo debe abrir espacio para las experiencias de vida y de los procesos de aprendizaje de los estudiantes[27], escucharlos y dialogar con ellos «porque son quienes nos interpelan sobre la urgencia de esa solidaridad intergeneracional, que desgraciadamente ha desaparecido en los últimos años»[28]. La nueva educación, que se ofrece a una generación cambiante, como el mundo, debe cambiar también, para escuchar la voz y las preguntas de los jóvenes, «que tienen mucho que ofrecer con su entusiasmo, compromiso y sed de verdad»[29].

El Papa apunta también al trabajo en equipo, porque la educación nunca es obra de una persona o de una institución. La educación deja de ser exclusiva y se convierte en responsabilidad de todos y el foco del cuidado de la familia, de las Iglesias y de los actores sociales[30].

El trabajo educativo que Francisco propone ante un nuevo modelo de humanidad, se preocupa por la calidad del trabajo desarrollado, en línea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible de la ONU n. 4. Inconforme con los males de la humanidad y del medio ambiente, el Papa confiesa que «nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades de pensamiento e imaginación, de escucha, de diálogo y de entendimiento mutuo»[31].

Las personas y el mundo pueden cambiar, pero para eso es necesario que «cambien radicalmente su lógica habitual, y adopten una nueva forma de pensar que sepa mantener unidos unidad y diversidad, igualdad y libertad, identidad y alteridad»[32]. «Las decisiones del presente tienen consecuencias para las generaciones futuras»[33].

Dada la situación en el mundo, «una educación de emergencia es hoy necesaria, centrándose en la educación informal, ya que la educación formal se ha empobrecido debido al legado del positivismo». El Papa anima a la apertura a nuevos horizontes, a la creación de nuevos modelos de vida humana, de progreso, de economía[34]. Por ello, lanza una iniciativa sin precedentes con el Pacto Educativo Global. Él lo justifica, solemnemente, diciendo que «en la historia hay momentos en los que es necesario tomar decisiones fundamentales, que no solo dan una nueva configuración a nuestra forma de vida, sino sobre todo una determinada posición en relación a posibles escenarios futuros. En la actual situación de crisis sanitaria, llena de desánimo y confusión, creemos que es el momento de firmar un pacto educativo global»[35].

La convocatoria para un pacto educativo suena como un «basta» de Francisco y un «grito de guerra»: «¿Tenemos que romper ese esquema!»[36]. «Se necesita el coraje para hacer un verdadero cambio radical de dirección»[37]; porque «el pacto educativo no debe ser un simple ordenamiento, no debe ser un “recosido” de los positivismos que hemos recibido de una educación ilustrada. ¡Debe ser revolucionario!»[38]

La nueva educación requiere de educadores capaces de organizar guiones pedagógicos para una ética ecológica que ayuden, efectivamente, a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión.

Conclusión

La convicción fundamental del papa Francisco sobre la educación es su potencial transformador, tanto de las personas como del mundo. La falta o deficiencia de la oferta educativa ha llevado a la humanidad a perder el sentido de la fraternidad y el respeto por el medio ambiente, a confinarse en el egoísmo y practicar una cultura del descarte. Es una situación intolerable que urge revertir y, para esto, la educación es un factor liberador.

Por ello, el Papa denuncia enérgicamente un modelo educativo desactualizado e inocuo para la actualidad, ya sea en la hegemonía otorgada a los contenidos fragmentarios que propone, o en la pedagogía desconectada de la realidad que desconoce el valor de las experiencias, la diversidad y el diálogo, o en el diseño curricular que rechaza la formación multidimensional y la reflexión interdisciplinaria.

La educación, formal o informal, – porque Francisco no se limita a las instituciones educativas -, contribuirá a la elaboración de un modelo de progreso y de vida humana que respete a las personas y a la Casa Común. La restauración de la humanidad reconciliada consigo misma y con el planeta sólo será posible a través del servicio educativo que brindarán muchos actores: familia, gobierno, instancias de la sociedad. ¡Y esto es posible!

  1. Este estudio de la visión de la educación del Papa Francisco se basó en siete documentos principales de su pontificado: las encíclicas Laudato si’ (24 de mayo de 2015) y Fratelli tutti (10 de marzo de 2020) y las exhortaciones apostólicas Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013), Amoris Laetitia (19 de marzo de 2016), Christus Vivit (25 de marzo de 2016) y Querida Amazonia (3 de febrero de 2020). No aparecen referencias explícitas a la educación en su encíclica Lumen Fidei y en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate. Se consideraron también 10 discursos y mensajes de audio del papa Francisco a varios auditorios.

  2. Cfr Francisco, Videomensaje del Santo Padre con ocasión del XX de la fundación de la Federación Latinoamericana De Colegios De La Compañía De Jesús (FLACSI), 10 de junio de 2021, en www.vatican.va

  3. Id., Discurso a la Congregación de Educación Católica, 20 de febrero de 2020.

  4. Id., Discurso a la Fundación «Gravissimum Educationis», 25 de junio de 2018.

  5. Id, Videomensaje en el encuentro «Global Compact of Education», 15 de octubre de 2020.

  6. Id., Discurso a los participantes del «Seminario de Educación: El Pacto Mundial», 7 de febrero de 2020.

  7. Id., Mensaje al 24º Congreso Interamericano de Educación Católica, 13 al 15 de enero de 2016.

  8. Cfr ibid.

  9. Id., Discurso del Papa Francisco en el Congreso Mundial «Educar hoy y mañana: una pasión que se renueva», 21 de noviembre de 2015.

  10. Retomo en este ítem a algunos elementos presentados en mi libro: Papa Francisco: La nueva educación y el Pacto Educativo Global, Lima, CPAL, 2021.

  11. Cfr Francisco, Discurso en el Seminario sobre Nuevas formas de solidaridad, 5 de febrero de 2020.

  12. Cfr Id., Discurso en el Seminario sobre educación: El Pacto Mundial, cit.

  13. Id., Videomensaje al Congreso de la OIEC, 8 de junio de 2019.

  14. Id., Discurso al Congreso Mundial «Educar Hoy y mañana. Una pasión que se renueva», cit.

  15. Ibid.

  16. Id., Discurso en el Seminario de Educación: The Global Compact, cit.

  17. Id., Discurso en el Congreso Mundial «Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva», cit.

  18. Id., Discurso en la clausura del IV Congreso Mundial de Scholas Ocurrentes, 5 de febrero de 2015.

  19. Id., Videomensaje en el Encuentro «Global Compact on Education», 15 de octubre de 2020.

  20. Congregación para la Educación Católica, Pacto educativo global. Instrumentum Laboris, 15 de octubre de 2020: «La visión. 1. Unidad en la diferencia: un nuevo modo de pensar».

  21. Id., Discurso a los miembros del cuerpo diplomático con ocasión del Año Nuevo, 9 de enero de 2020.

  22. Id., Encuentro con el mundo de la enseñanza, Quito, 7 de julio de 2015.

  23. Cfr Id., Videomensaje al Congreso de la OIEC, cit.

  24. Cfr Id., Discurso en la clausura del IV Congreso Mundial Educativo de Scholas Occurrentes, cit.

  25. Cfr Id., 24º Congreso Interamericano de Educación Católica, cit.

  26. Id., Discurso en el Seminario de Educación: El Pacto Mundial, cit.

  27. Cfr Id., Discurso a los miembros del cuerpo diplomático con ocasión del Año Nuevo, cit.

  28. Congregación para la educación católica, Pacto educativo global. Instrumentum Laboris, cit.: «Contexto. 1. Ruptura de la solidaridad intergeneracional».

  29. Id., Pacto educativo global. Instrumentum Laboris, cit.: «La Visión: 2. La relación en el centro».

  30. Cfr Francisco, Discurso en el Seminario de Educación: El Pacto Mundial, cit.

  31. Id., Videomensaje al Encuentro «Global Compact on Education», 15 de octubre de 2020.

  32. Congregación para la educación católica, Pacto educativo global, cit.: «La Visión: 1. Unidad en la diferencia y un nuevo modo de pensar».

  33. Francisco, Discurso a la Fundación Gravissimum Educationis, cit.

  34. Id., Discurso en el Congreso Mundial «Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva», cit.

  35. Id., Videomensaje en el Encuentro «Global Compact on Education», cit.

  36. Id., Discurso en el Congreso Mundial «Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva», cit.

  37. Congregación para la educación católica, Pacto educativo global, cit.: «La Misión 2. El mañana exige lo mejor hoy».

  38. Id., Discurso a la Congregación de Educación Católica, cit.

Luiz Fernando Klein
Es Delegado de Educación secretario de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL). Recientemente publicó el libro Papa Francisco: La Nueva Educación y el Pacto Educativo Global (CPAL, 2021)

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