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La fusión de las galaxias y la historia de la Vía Láctea

A propósito de arqueología galáctica

Una panorámica de 360 grados de la Vía Láctea (ESO GigaGalaxy Zoom Project)

Un astrónomo de la Specola vaticana (Observatorio vaticano) está trabajando en una cronología de nuestra galaxia y de las galaxias vecinas, con el fin de comprender el modo en que el pasado fue moldeando sus actuales propiedades.

Las galaxias como nuestra Vía Láctea, se formaron hace unos 12.000 millones de años. Con el tiempo, cada una de ellas creció mediante una serie de «fusiones» con otras galaxias más pequeñas, inducidas por la gravedad. Del mismo modo que una empresa, a medida que crece, incorpora otras sociedades, las galaxias pueden ampliar enormemente su masa mediante «adquisiciones» de otras galaxias. Así como en el mundo de los negocios una empresa rara vez permanece inalterada tras absorber a otra, las propiedades de galaxias como la Vía Láctea también se vieron alteradas por aquellas que absorbieron.

El padre Richard D’Souza S.J., del Observatorio vaticano, se dedica a la «arqueología galáctica» para comprender los efectos de tales fusiones en la conformación de galaxias similares a la nuestra. Está llevando a cabo numerosas investigaciones destinadas a descifrar la historia de la fusión de esas galaxias.

En 2018, el padre Richard dirigió un estudio para reconstruir la colisión de la galaxia de Andrómeda, la mayor de nuestras «vecinas», ocurrida hace casi 2.000 millones de años, con otra galaxia de la mitad del tamaño de la Vía Láctea. Andrómeda es una gran galaxia espiral, visible a simple vista, lo que la convierte en una de las favoritas de los astrofotógrafos aficionados. Durante mucho tiempo, los astrónomos estuvieron convencidos de que el pasado de Andrómeda era muy tranquilo, como sugería su pintoresca forma espiral. Sin embargo, extensas observaciones han revelado la presencia en su interior de varias estrellas que pueden identificarse como restos de una gran galaxia que Andrómeda «devoró» recientemente. El rastro de estas «migas de pan», ha conducido a una reformulación completa de su historia, una historia tumultuosa que la trastornó, provocó una fase explosiva de formación estelar y la impactó en su disco, que se ha revuelto y engrosado.

La Vía Láctea, en cambio, tiene una historia de adquisiciones muy tranquila. Las precisas mediciones realizadas por el satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea sobre las posiciones y movimientos de más de mil millones de estrellas vecinas han permitido, por fin, conocer más detalles sobre esta pacífica evolución. La mayor galaxia devorada por la Vía Láctea no tenía ni una décima parte de su tamaño. Esto ocurrió hace unos 10.000 millones de años. Esa galaxia, destruida hace tanto tiempo, recibió el nombre de «Gaia-Enceladus». Si Encélado es el gigante mitológico cuya tumba la leyenda griega sitúa bajo el volcán Etna, esta antigua galaxia está ahora enterrada en la Vía Láctea y agranda su disco. Sobre la base de los datos más precisos de que se dispone actualmente, los científicos también han logrado identificar otras cinco fusiones menores, que se produjeron entre 8.000 y 11.000 millones de años atrás.

Más recientemente, el padre Richard ha colaborado con un trabajo titulado «The Global Dynamical Atlas of the Milky Way Mergers» (en The Astrophysical Journal, 20 de febrero de 2022). El grupo de investigación fue liderado por Khyati Malhan, del Max-Planck-Institute for Astronomy, en Alemania. El equipo de Malhan intentó resumir y confirmar una serie de descubrimientos recientes sobre las pasadas fusiones de la Vía Láctea. En lugar de fijar la atención en un solo elemento explicativo a la vez, usaron varios rastreadores al mismo tiempo, para poder adquirir una visión más amplia. El proceso permitió descubrir posibles pruebas de una sexta fusión más pequeña, que habría tenido lugar unos 7.000 millones de años atrás.

Ha llegado el momento de dar pasos adicionales, con los cuales los astrónomos se proponen ahora examinar la composición química de las estrellas de varios grupos identificados, esperando que los astros provenientes de la misma galaxia destruida tengan una composición similar, mientras que los de galaxias diferentes sean distintos. La investigación está todavía en curso. Aún queda mucho que aprender sobre la historia de la Vía Láctea.

Una pregunta central de la astronomía es de carácter histórico: «¿De dónde venimos?». La cartografía y la comprensión de la historia de la Vía Láctea se ubican en el corazón de esta pregunta. Con el satélite Gaia, la «arqueología galáctica» está madurando y el Observatorio vaticano está contribuyendo a ello.

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