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«La guerra cancela el futuro»

El ataque de Hamás contra Israel

© iStock

Sábado, 7 de octubre de 2023. En las primeras horas de esa mañana, unos mil militantes palestinos de Hamás y otras milicias armadas rompieron las barreras entre la Franja de Gaza e Israel, adentrándose en territorio israelí. Los combatientes de Hamás sembraron el terror y provocaron el caos, matando a 1.400 personas, hiriendo a miles más y secuestrando a 220 soldados y civiles israelíes. La planificación, ejecución y ferocidad del ataque cogió a Israel por sorpresa, no sólo porque los servicios de inteligencia israelíes (así como los occidentales, tecnológicamente muy avanzados) no habían detectado el complot con antelación, sino también porque el ejército, según algunos analistas, tardó mucho en contrarrestar la amenaza. Los israelíes estaban conmocionados y horrorizados, mientras que algunos palestinos de Gaza y Cisjordania (que no militan con Hamás) lamentablemente se alegraron del brutal suceso, interpretándolo como un signo de redención; otros, por el contrario, condenaron la ferocidad del ataque indiscriminado.

Al día siguiente del atentado, el domingo 8 de octubre, cuando la diplomacia internacional aún parecía paralizada por el suceso, el Papa Francisco se dirigió al mundo con estas palabras en el Ángelus: «Sigo con aprensión y dolor cuanto está sucediendo en Israel, donde la violencia ha estallado aún más ferozmente, provocando centenares de muertos y heridos. Expreso mi cercanía a las familias de las víctimas, rezo por ellas y por cuantos están viviendo horas de terror y angustia. ¡Que los ataques y las armas se detengan, por favor! ¡Comprendan que el terrorismo y la guerra no conducen a ninguna solución, sino sólo a la muerte y al sufrimiento de muchos inocentes! La guerra es una derrota: ¡toda guerra es una derrota! ¡Recemos por la paz en Israel y Palestina!».

Israel, por su parte, respondió a la agresión de Hamás con un intenso bombardeo de Gaza, que ha continuado ininterrumpidamente, causando la muerte de miles de personas[1], principalmente civiles, y destruyendo cerca del 9% de los edificios públicos y privados. Esto ha provocado una avalancha de refugiados que afluyen al sur de la Franja, causando una situación humanitaria grave e inaceptable en muchos aspectos. Las autoridades militares israelíes han llamado a la denominada «reserva» y han concentrado tropas (unos 300.000 soldados) en la frontera con la Franja.

Tres semanas después de la masacre del 7 de octubre, la temida «ofensiva terrestre», que debía destruir y aniquilar a Hamás en su territorio (con el riesgo de matar a miles de civiles inocentes), aún no había comenzado. De hecho, hay buenas razones para posponer el ataque. En las últimas semanas, la diplomacia occidental, en particular Estados Unidos, ha presionado para frenar el ardor de los sectores israelíes más convencidos de la necesidad de entrar en Gaza, «destruir a Hamás» y vengar a los muertos. Hay muchas razones para ello; he aquí brevemente algunas de ellas: 1) La intención es aplazar el «ataque terrestre» para continuar las conversaciones para liberar a los rehenes en poder de Hamás[2]; 2) Otra razón importante es el temor, que no hay que subestimar, a una guerra regional fomentada por Irán; esto es así sobre todo en el norte del país, donde Hezbolá (la beligerante milicia chií a sueldo de Teherán), enemigo histórico de Israel, está en estado de alerta máxima y lleva lanzando sus mortíferos cohetes contra territorio israelí desde el comienzo de la operación. Israel, a su vez, responde golpe tras golpe, pero sin elevar la tensión ni amenazar, como en el pasado, con la ocupación del sur del Líbano. En cualquier caso, parece que unos 30 milicianos del «Partido de Dios» murieron en los enfrentamientos fronterizos. La situación, al menos de momento, parece estar bajo control, pero puede escaparse, como creen muchos analistas, en cualquier momento[3]. El Primer Ministro Netanyahu, por su parte, confirmó el 25 de octubre que sigue prevista una ofensiva terrestre, pero que hay que esperar el momento más oportuno para el ataque. Mientras tanto, continúan los bombardeos sobre Gaza y el asesinato de dirigentes de Hamás con ataques selectivos, al menos según afirma el ejército israelí.

La lógica de la violencia y la guerra de imágenes

En este conflicto, los dos bandos, israelíes y Hamás, no sólo luchan entre sí con armas y amenazas, sino que también intentan movilizar a la opinión pública nacional e internacional para justificar sus acciones. El conflicto militar es paralelo al conflicto por el control de las imágenes, los sonidos y las palabras emitidas desde el campo de batalla.

Por un lado, los medios de comunicación están inundados de imágenes aterradoras de militantes de Hamás armados y enmascarados que entran a raudales en Israel y causan muerte y destrucción. Estas imágenes captan las masacres de hombres, mujeres y niños israelíes, acribillados en la zona fronteriza con la Franja de Gaza, incluidos cientos de jóvenes asesinados durante un festival de música y decenas de personas masacradas, entre ellas varios bebés en cunas. Por otro lado, junto a estas imágenes, el bombardeo israelí de la Franja de Gaza en respuesta a la agresión sufrida, llevado a cabo con su sofisticado arsenal de armas de precisión, ofreció un canon de imágenes igualmente aterrador. El 13 de octubre, el ejército israelí ordenó a los habitantes de Gaza que evacuaran toda la parte norte de la Franja, y las imágenes del flujo de personas cargadas con sus escasas pertenencias se sumaron a la colección de desgarradoras escenas de la muerte de inocentes a causa del intenso bombardeo.

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En ambos bandos, la selección de imágenes tiene como objetivo la llamada incesante a la solidaridad, el apoyo al derecho a la autodefensa y la legitimación de los medios utilizados contra el adversario. En esta batalla por la opinión pública, muchos están del lado de Israel y muchos más del lado de Hamás, y otros, más en general, del lado de los palestinos. Tras el ataque inicial de Hamás, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró que el apoyo de su país a Israel era «sólido e inquebrantable». Los líderes de los principales países de Europa Occidental siguieron su ejemplo. Dando un paso que causó controversia, la Unión Europea quiso congelar toda la ayuda a las autoridades palestinas, decisión que fue revocada inmediatamente. Posteriormente, el Presidente de Estados Unidos, el 22 de octubre, tras hablar con el Papa Francisco por teléfono durante unos 20 minutos[4], reiteró la postura de Estados Unidos en este conflicto: «Israel – dijo Biden – tiene derecho a defenderse. Al mismo tiempo, el Primer Ministro Natanyahu y yo hemos estado discutiendo cómo debemos actuar según las leyes de la guerra. Eso significa proteger a los civiles de la mejor manera posible». Y prosiguió: «No podemos ignorar a los palestinos inocentes que sólo quieren vivir en paz. Por eso conseguí un acuerdo para el primer envío de ayuda humanitaria para los civiles de Gaza […] que se convertirá en un flujo continuo»[5]. De hecho, en los días siguientes, tras un acuerdo con el gobierno egipcio (que insiste en mantener cerrada la entrada para los refugiados de Gaza), decenas de camiones cargados con artículos de primera necesidad pasaron por el paso fronterizo de Rafah. Según los trabajadores humanitarios de la zona, estos cargamentos de alimentos y medicinas serían en cualquier caso insuficientes para satisfacer las necesidades de la población civil, ahora privada de todo. Por parte de Israel y Occidente, persiste el temor de que estos bienes pasen a manos de Hamás, que los utilizaría entonces para chantajear a la población civil. A continuación, el Presidente Biden insistió enérgicamente en que, desde el punto de vista político, para resolver la cuestión palestina «no podemos renunciar a la solución de los dos Estados»[6].

Este principio había sido expresado explícitamente por Biden al Primer Ministro israelí con ocasión de su visita a Jerusalén el 18 de octubre, en la que renovó su alianza con Israel y prometió la ayuda militar necesaria para hacer frente a la grave situación. En esa ocasión, Jordania, Egipto y la Autoridad Palestina cancelaron la reunión prevista con el presidente estadounidense (que iba a tener lugar inmediatamente después en Ammán) en protesta por el bombardeo de un hospital en Gaza. Hamás y muchos países árabes culpan al ejército israelí de este incidente, en el que murieron centenares de civiles, mientras que el gobierno de Tel Aviv rechaza cualquier responsabilidad, creyendo, aparentemente con razón, que el incidente fue causado por cohetes disparados por extremistas de la Yihad Islámica activos en Gaza: cohetes que cayeron por error en territorio de Gaza[7]. Desgraciadamente, las narrativas a este respecto son divergentes y, desde una perspectiva propagandística, no tiene mucho sentido averiguar la verdad de los hechos.

No hay que olvidar que el artículo 51 de la Carta de la ONU concede a los Estados el derecho de legítima defensa frente a un ataque armado, siempre que, según el derecho internacional consuetudinario, la fuerza militar utilizada sea necesaria y proporcional y sin perjuicio del llamado «derecho humanitario». También hay que recordar que proporcionalidad no significa simetría en el tipo de armas utilizadas o en el número de bajas causadas. En resumen, el Estado que se defiende de una agresión injusta puede utilizar tanta fuerza como sea necesaria, pero no más. Trazar esa línea es una tarea ardua y a menudo discrecional que provoca mucha controversia. Según algunos intérpretes occidentales, la respuesta israelí a los ataques de Hamás ha cumplido hasta ahora, al menos en parte, estos criterios, teniendo en cuenta el hecho de que Israel, según el derecho internacional, podía «invadir y ocupar temporalmente la Franja de Gaza para destruir al grupo armado que atacó y mató a un número considerable de israelíes»[8]. El objetivo declarado de Israel, aunque difícil de alcanzar, al menos a corto plazo, es destruir la capacidad operativa de Hamás, impidiéndole administrar Gaza para siempre. Esto, sin embargo, significa despejar laboriosamente un laberinto de túneles de 500 km de largo y luchar casa por casa para neutralizar al enemigo, que puede esconderse en cualquier lugar y disparar desde edificios civiles, donde a menudo hay gente inocente. Recordemos que, en 2016-17, Irak, con la ayuda de una gran coalición, tardó nueve meses en eliminar al ISIS de Mosul, una ciudad de unos dos millones de habitantes[9].

En apoyo de Israel, hubo manifestaciones masivas gritando la condena de Hamás, y en ocasiones resonaron expresiones de racismo, sentimiento antiárabe e islamofobia. El sufrimiento de los palestinos de Gaza, igual de real e intolerable, es clamado en los países árabes y musulmanes y en muchos otros, donde se lleva una vez más al extremo el sentimiento de que el mundo es injusto y de que las condenas están siempre sesgadas a favor de los más poderosos.

Bloquear los «acuerdos de Abraham»

El sábado 7 de octubre, cuando Israel lanzó su campaña militar denominada «Operación Espadas de Hierro», Netanyahu proclamó: «Nos vengaremos poderosamente». Para quienes apoyan a Israel, está claro que la narración comienza en esa negra mañana de sábado. El presidente israelí Isaac Herzog, en su rueda de prensa del 12 de octubre, lo resumió así: «Un ataque no provocado y sin sentido, que tuvo como resultado la peor tragedia jamás infligida en la historia de Israel, y con el mayor número de judíos muertos desde el Holocausto, incluidos supervivientes del Holocausto»[10].

Los militantes armados de Hamás que cruzaron la frontera cogieron a Israel por sorpresa. De hecho, en las semanas y meses previos al ataque, los ojos de los israelíes estaban puestos en un sueño que parecía a punto de hacerse realidad: Israel estaba a punto de firmar un acuerdo de normalización con Arabia Saudí, apoyado firmemente por la administración estadounidense. Se trataba de un avance sustancial en el proceso de normalización de las relaciones con varios países árabes del Golfo Arábigo y del norte de África, marcado por los llamados «Acuerdos de Abraham», que, prometiendo una nueva era de prosperidad y cooperación económica, habían desplazado sin embargo la cuestión palestina del primer plano. Pero de repente, desde los márgenes, una ola de violencia rompió la calma y los israelíes se encontraron ante una amenaza existencial de nuevas proporciones.

Israel siempre se ha enorgullecido de sus habilidades militares y de su inteligencia. Desde 1948, ha mantenido la supremacía en ambos campos no sólo sobre los palestinos sin Estado, sino también sobre los países árabes circundantes, hasta el punto de que sus tecnologías defensivas eran parte integrante de las nuevas alianzas que se estaban consolidando, y que veían al Estado de Israel alineado junto a otros aliados de Estados Unidos en la confrontación cada vez más belicosa con Irán. La amenaza palestina parecía cosa del pasado. Para los israelíes, se había reducido a escaramuzas menores, especialmente en Cisjordania, donde los enfrentamientos entre israelíes y palestinos se habían saldado con la muerte de algunos soldados y colonos israelíes y de muchos más palestinos, militantes y civiles atrapados en el fuego cruzado. Sin embargo, lo ocurrido el 7 de octubre no sólo planteó acuciantes interrogantes sobre la invencibilidad real de la red militar y de inteligencia israelí, sino que también suscitó la aterradora cuestión de si el Estado de Israel es realmente el refugio seguro que parecía ser para los judíos que huyen de la violencia en un mundo en el que antaño eran una minoría marginada y a menudo perseguida.

Mohammed Deif, comandante supremo del ala militar de Hamás, declaró: «¡Ya basta!», anunciando esta fase del conflicto en curso como el «Diluvio de Al-Aqsa». Hamás declaró que la incursión en Israel era una respuesta explícita a la ocupación y la represión que se viene produciendo desde hace décadas. Más concretamente, señaló el aumento de los ataques israelíes y de las políticas represivas dirigidas contra los palestinos en todos los territorios ocupados por Israel desde la llegada al poder de la coalición de derechas liderada por Netanyahu, así como la intensificación de las incursiones de extremistas judíos en la zona del Haram al-Sharif (lo que los judíos suelen llamar el «Monte del Templo»).

Los partidarios de Hamás lo justifican como una reacción al régimen que los ha mantenido encerrados en una franja de tierra superpoblada, atiborrada de campos de refugiados, sometida a un asedio mortal. En Gaza, los refugiados constituyen cerca del 70% de la población: personas expulsadas de los territorios del nuevo Estado de Israel en 1948, y desde entonces obligadas a vivir en condiciones terribles, expuestas además a enfrentamientos periódicos con Israel desde que Hamás llegó al poder en 2006; estos enfrentamientos han dejado el territorio maltrecho y herido. Además, desde 2006, el asedio de la Franja ha privado a sus residentes de las condiciones mínimas de vida, prosperidad y desarrollo. Pocos días antes de la escalada bélica, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, cuya diócesis incluye Gaza, había declarado que la Franja de Gaza es «una prisión al aire libre»[11].

La pregunta desconcertante para el aparato israelí que vigila esa prisión desde el exterior, es: ¿cómo salieron los militantes de Hamás? Esta pregunta planea sobre las instituciones israelíes, tanto militares como civiles, y sin duda se abordará en cuanto termine esta ronda de hostilidades.

La batalla es también una batalla mediática

En la batalla mediática, los partidarios de Israel presentan a Hamás como una guarida de nazis, equivalente al ISIS, serviles al imperio del mal del Irán islámico. La difusión de imágenes de palestinos regocijándose ante los horrores infligidos a las cabezas decapitadas de israelíes refuerza la sensación de horror y desprecio[12].

En el mundo árabe y musulmán, y en muchos países que han sufrido el colonialismo, el racismo y la exclusión, los palestinos han conseguido asociar su causa a la lucha mundial por la liberación contra el colonialismo, el imperialismo y la supremacía blanca. Los israelíes son presentados como supremacistas coloniales dedicados durante décadas a la limpieza étnica de los palestinos en su propia patria. Hamás se ha esforzado en explicar que no ataca a civiles, añadiendo, sin embargo, la escalofriante aclaración de que ancianos, bebés, niños y jóvenes forman parte del proyecto colonial sionista de privar a los palestinos de sus derechos y desterrarlos del escenario de la historia.

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Ambas partes en conflicto afirman que la violencia conducirá a la victoria. Este es quizás el mito más venenoso de cualquier conflicto. Alimentada por lo que parece ser una insaciable sed de venganza, la creencia de que la victoria puede lograrse derrotando al enemigo en una guerra despiadada está en el corazón de la retórica de la guerra.

No es la primera vez que Israel es cogido por sorpresa. En 1973, un ataque conjunto de Egipto y Siria contra Israel en Yom Kippur («Día de la expiación») cogió desprevenidos a los israelíes. Tardaron varios días en repeler los ataques. Egipto y Siria celebraron aquella guerra como una victoria, aunque el ejército israelí acabó imponiéndose. Curiosamente, en cinco años, Israel y Egipto firmaron acuerdos de paz promovidos por Estados Unidos. La última incursión palestina en Israel tuvo lugar casi exactamente 50 años después del estallido de la guerra, en 1973. Pero hay diferencias sustanciales: mientras que el de los egipcios era un conflicto entre dos vecinos que compartían frontera, por lo que la disputa territorial podía resolverse mediante negociaciones, el conflicto con Hamás es mucho más complejo, porque esta milicia no representa al Estado de Palestina, cuya existencia Israel debe reconocer dentro de unas fronteras claras. Las propuestas en 1947 por el Plan de Partición de las Naciones Unidas, y luego por el derecho internacional tras el acuerdo de armisticio de 1949, y de nuevo por las negociaciones impuestas por Estados Unidos en la década de 1990, han dejado a los palestinos sin un Estado concreto, a pesar de que muchos países ya lo reconocen. Además, los gobiernos israelíes, cada vez más extremistas, se han negado a reconocer que los palestinos tienen derecho a un Estado soberano con fronteras definidas. Quizás la intensidad del conflicto actual y las terribles pérdidas en ambos bandos puedan llevarnos más allá del horizonte de la guerra interminable y al creciente reconocimiento de que la victoria es ilusoria y de que continuar con la violencia es, en última instancia, suicida.

Últimos acontecimientos

Mientras escribimos estas páginas – 20 días después de la masacre perpetrada por Hamás –, en la noche del 27 de octubre, las IDF (Fuerzas de Defensa Israelíes) entran en la Franja de Gaza con vehículos blindados y soldados. El ejército israelí, que había intensificado su potencia de fuego en los días anteriores, atacó desde diferentes direcciones, apuntando al norte de la Franja y entrando en tres asentamientos menores que rodean y protegen la metrópolis de la ciudad de Gaza, el corazón del poder de Hamás «con sus densos barrios y el subsuelo surcado por una profunda red de túneles»[13]. Tanques y soldados han atravesado durante la noche la llamada «tierra de nadie» y ya se han abierto brechas para entrar en los centros habitados.

El portavoz de las IDF, Daniel Hagari, anuncia la operación como una simple ampliación de las actividades terrestres, como si dijera: no se trata de la temida operación terrestre, que tendría como objetivo principal la capital[14]. Según algunos intérpretes, esta maniobra serviría para devolver la iniciativa a manos israelíes, presionar a Hamás y facilitar las negociaciones para la liberación de prisioneros israelíes. Según otros, tendría como objetivo hacer valer su derecho de defensa y demostrar a todo el mundo, incluso dentro del país, que el gobierno tiene la intención de proceder contra el enemigo en cualquier caso. La solución más sencilla y creíble es que la llamada «operación terrestre» proceda en realidad por etapas, y puede que ya comenzara unos días antes, con salidas nocturnas llevadas a cabo con soldados y tanques, que finalmente abandonaron el territorio de Gaza. Esta vez, sin embargo, parece que los soldados israelíes entraron para quedarse en la Franja e iniciar operaciones bélicas más exigentes. En los días anteriores, como ya se ha mencionado, Biden había pedido al primer ministro Netanyahu que pospusiera la invasión (aunque especificando que la decisión final seguía estando en manos del gobierno israelí) e Irán había amenazado con tomar represalias en caso de invasión[15]. En realidad, desde un punto de vista meramente formal, la situación sigue siendo ambigua; porque en los hechos el ejército israelí ya ha entrado en territorio de Gaza y su presencia será probablemente aún más masiva en el futuro. Mientras tanto, el portavoz de Netanyahu anunció en tono ominoso: «Esta noche comienza el punto de inflexión, Hamás sentirá nuestra ira. Y Gaza será diferente»[16].

Mientras comenzaban los preparativos para el ataque, la Asamblea de la ONU aprobó por abrumadora mayoría una resolución que pedía un alto el fuego inmediato en Gaza, con el apoyo de 120 países, 14 en contra (entre ellos Estados Unidos) y 45 abstenciones.

La palabra de la Iglesia

En este contexto, la palabra de la Iglesia es particularmente importante. Libre de las ataduras de los intereses políticos, puede ser profética al recordar a todos que debe respetarse la dignidad de todo ser humano. El cardenal Parolin intentó seguir una línea que expresa compasión por los que sufren, defiende el derecho a la autodefensa e insiste en la proporcionalidad de la respuesta militar: «Es necesario recuperar el sentido de la razón, abandonar la lógica ciega del odio y rechazar la violencia como solución. Los agredidos tienen derecho a defenderse, pero la legítima defensa debe respetar también el parámetro de la proporcionalidad»[17]. El Cardenal dijo que para construir una paz verdaderamente justa hay que llegar a la solución de los dos Estados, tal como prevén las decisiones de las Naciones Unidas: una solución «que permita a palestinos e israelíes vivir uno al lado del otro en paz y seguridad»[18].

Al final de la audiencia general del 18 de octubre, el Papa Francisco declaró que «la guerra no resuelve ningún problema, solo siembra muerte y destrucción, aumenta el odio y multiplica la venganza. La guerra cancela el futuro». El Pontífice instó entonces a los creyentes «a tomar en este conflicto una sola parte: la de la paz; pero no de palabra, con la oración, con la dedicación total». Hay que recordar también que el portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, afirmó que en su llamada telefónica con el presidente turco Erdoğan, el 26 de octubre, el Papa expresó su dolor por los recientes acontecimientos en Gaza y expresó su deseo de que «se pueda llegar a una solución de dos Estados y a un estatuto especial para Jerusalén». Esta posición ha sido siempre defendida por la Santa Sede respecto a la resolución de la cuestión palestina[19].

Por último, Israel, al que el derecho internacional y la mayoría de los países occidentales reconocen el derecho a defenderse proporcionalmente y teniendo en cuenta el derecho humanitario, debe demostrar que su lucha es contra los terroristas, contra Hamás, que pretende destruir el Estado israelí, y no contra la población de Gaza. Debe garantizar un nuevo comienzo tras la guerra, apoyando un programa serio de reconstrucción y prometiendo no «estrangular» la economía de la Franja de Gaza, proponiendo más bien proyectos de cooperación. Además, en el plano político, debería apoyar una nueva Constitución palestina y respaldar a los nuevos dirigentes elegidos por el pueblo. Esto, según algunos intérpretes, sería más fácil con un nuevo gobierno israelí elegido tras el fin de la guerra.

  1. Las víctimas palestinas serían más de 6.500, entre ellas al menos 2.700 niños (a 25 de octubre). El Ministerio de Salud palestino anunció que más de 100 palestinos han muerto en Cisjordania desde el 7 de octubre. Cfr D. Dassa Kaye, «Se il conflitto si allarga», en Internazionale, 27 de octubre de 2023, 24.
  2. Según el último recuento, son al menos 220, entre ellos decenas de niños, ancianos y ciudadanos de al menos una docena de países extranjeros. Los rehenes se han convertido en una importante fuente de presión para el gobierno de Netanyahu. Las familias de los prisioneros están llevando a cabo una eficaz campaña de «relaciones públicas» y los líderes extranjeros presionan al gobierno de Netanyahu para que intente liberar a sus ciudadanos. Por su parte, Hamás los utiliza como «moneda de cambio» insustituible; recientemente propuso liberarlos a cambio de un alto el fuego. En este punto, el gobierno israelí, al menos por ahora, no tiene intención de ceder ni de negociar con el enemigo. Hamás, quizá con intención propagandística, dirigida al mundo árabe, ha liberado a algunos rehenes: dos ciudadanos estadounidenses y dos ancianas. Cfr. «Why Israel’s invasion of Gaza has been delayed», en The Economist, 26 de octubre de 2023.
  3. Cfr. D. Dassa Kaye, «Se il conflitto si allarga», cit.
  4. La conversación se centró en las situaciones de conflicto en el mundo y «la necesidad de identificar caminos hacia la paz». Cfr P. Mastrolilli, «La strategia di Biden: azzerare Hamas senza guerra regionale», en la Repubblica, 23 de octubre de 2023.
  5. Ibid.
  6. Ibid.
  7. «America handle two wars and maybe a third?» en The Economist, 24 de octubre de 2023.
  8. «Is Israel acting within law of war?, en The Economist, 14 de octubre de 2023.
  9. Cfr. L. Cremonesi, «Guerriglia urbana e trappole. La lezione dell’Iraq per Israele», en Corriere della Sera, 25 de octubre de 2023.
  10. «Herzog: We are targeting an enemy, part of an empire of evil», en I24 News (www.i24news.tv/en/news/israel-at-war/1697102264-herzog-we-are-targeting-an-enemy-part-of-an-empire-of-evil), 12 de octubre de 2023.
  11. Cfr. E. A. Allen, «New Jerusalem cardinal calls Gaza under Israeli control an “open prison”», en Crux (https://cruxnow.com/2023-consistory-and-synod-for-synodality/2023/09/new-jersualem-cardinal-calls-gaza-under-israeli-control-an-open-prison), 30 de septiembre de 2023.
  12. El conocido periodista israelí Alon Goldstein escribió: «Es terrible, pero también es muy sencillo: en cada generación, hay quienes pretenden aniquilarnos porque somos judíos. Incluso ahora nos enfrentamos a criaturas miserables, nazis reencarnados, Amalek». Esta lógica, según el escritor, justifica el contraataque: «Israel debe lanzar una guerra de proporciones históricas contra sus enemigos, cueste lo que cueste» (A. Goldstein, «Hamas una reincarnazione dei nazisti, dovrà rimpiangere il giorno in cui ha violato i confini dello Stato ebraico», en Israele.net, 17 de octubre de 2023 [www.israele.net/hamas-una-reincarnazione-dei-nazisti-dovra-rimpiangere-il-giorno-in-cui-ha-violato-i-confini-dello-stato-ebraico-piegata-e-distrutta]).
  13. D. Raineri, «La battaglia di Gaza, Israele all’attacco con raid aerei e incursioni», en la Repubblica, 28 de octubre de 2023.
  14. Ibid.
  15. Cfr. A. Simoni, «E adesso Biden teme l’escalation: meglio raid mirati che l’offensiva di terra», en La Stampa, 28 de octubre de 2023.
  16. D. Raineri, «La battaglia di Gaza, Israele all’attacco con raid aerei e incursioni», cit.
  17. A. Tornielli – R. Cetera, «Parolin: l’attacco a Israele è stato disumano, la legittima difesa non colpisca i civili», en Vatican News (www.vaticannews.va/it/vaticano/news/2023-10/parolin-intrevista-violenze-israele-palestina-gaza-attacco.html), 13 de octubre de 2023.
  18. Ibid.
  19. Cfr I. Scaramuzzi, «Le direttive del Papa: empatia per le vittime e dialogo», en la Repubblica, 27 de octubre de 2023.
Giovanni Sale
Después de realizar estudios en derecho en 1987 ingresó a la Compañía de Jesús, en la cual fue ordenado presbítero. Desde 1998 es parte del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica. Enseña, además, Historia de la Iglesia Contemporánea en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha trabajado durante años en el Instituto Histórico de la Compañía de Jesús, del que fue su último director.

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