El pasado 5 de marzo, en el denominado «supermartes», no hubo sorpresas y es prácticamente seguro que Joe Biden y Donald Trump serán los candidatos, del Partido Demócrata y Republicano respectivamente, en las elecciones que se celebrarán el próximo martes 5 de noviembre de 2024. Con ello se repetirá la contienda de 2020 por la Casa Blanca.
En este contexto ya electoral, dos días después, el presidente Biden pronunció, ante las dos cámaras reunidas, el Congreso y el Senado, el tradicional discurso sobre el Estado de la Unión[1]. Abrió su alocución recordando que en el Mensaje anual al Congreso, el 6 de enero de 1941, cuando Hitler se iba apoderando de Europa, el presidente Franklin Delano Roosevelt manifestó su convicción de que la Unión afrontaba un momento sin precedentes en su historia[2]. Por su parte Biden, sin reservas, afirmó que los ciudadanos norteamericanos se hallan hoy ante una situación crítica, ya que «desde el presidente Lincoln y la Guerra Civil, la libertad y la democracia no habían estado tan atacadas en casa como lo están hoy».
Esta alusión fue el punto de partida que le permitió hacer una apasionada defensa de la necesidad de ayudar a Ucrania e impedir la victoria de Vladimir Putin que amenaza Europa. De este modo señaló a su oponente nacional como la principal amenaza para la democracia, tanto en Europa como en EEUU, conectando la importancia de defender Ucrania con el asalto al Congreso del 6 de enero del 2021. En un tono duro, influido por el hecho de estar ya en campaña, el actual presidente criticó a su predecesor y futuro adversario[3].
La economía en el mensaje al Congreso
En su alocución a la nación, el presidente Biden otorgó a la política exterior una atención muy notable. Aludió a la guerra entre Israel y Hamás y reiteró su apoyo a la solución de dos Estados en Palestina. A la par, la situación de la economía nacional fue expuesta larga y detalladamente. Afirmó que había asumido la presidencia en uno de los períodos más difíciles en la historia de la nación, pero que la pandemia ya no controlaba nuestras vidas; la vacuna que nos salvó del COVID 19 ahora se está utilizando para vencer el cáncer. En sus propias palabras: «heredé una economía que estaba al borde del abismo. Ahora, nuestra economía es literalmente la envidia del mundo». Los EEUU han recuperado la senda del progreso. El resurgimiento de la industria manufacturera, las inversiones en infraestructuras y las acciones en materia del clima han supuesto un alza espectacular en el empleo, 15 millones de nuevos puestos de trabajo en tres años.
Con la vista puesta en un segundo mandato, presentó una larga lista de propuestas sociales sobre salud, educación, vivienda e impuestos. No eludió la cuestión central, el gran desafío geopolítico al que se enfrentan los EEUU: «Durante años, he escuchado decir que China está en ascenso y EEUU se está quedando atrás. Lo tienen al revés […]. Nuestro déficit comercial con China ha bajado al punto más bajo en más de una década. Nos oponemos a las prácticas económicas injustas de China». Al mismo tiempo, envió una clara señal de que su estrategia económica seguirá estando dominada por lo que muchos europeos consideran una forma de «nacionalismo económico».
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En lo que sigue, presentamos algunas reflexiones sobre la situación de la primera economía del mundo en este año electoral, en esta coyuntura histórica de crisis de la globalización, de enfrentamientos en tantos ámbitos y guerras. Para ello, analizamos su programa, evaluamos su cumplimento y consideramos su reto más decisivo: si logrará mantener su hegemonía en el mundo.
La propuesta de Biden en el 2020: «reconstruir mejor»
El entonces candidato demócrata a la presidencia Joe Biden, el 9 de julio de 2020, cerca de su ciudad natal de Scranton, en Dunmore (Pennsylvania), expuso su agenda económica. Denominándola Build Back Better Plan («Reconstruir mejor»), la presentó como una visión alternativa al nacionalismo económico de la administración del presidente Trump, contrarrestando así su America first. Recalcó: «Si tengo la suerte de ser elegido presidente, me concentraré en las familias trabajadoras, las familias de la clase media de la que vengo»[4].
Esbozó una agenda para comprar productos estadounidenses con el fin de respaldar y crear empleo nacional. Expresó su convicción de que la vitalidad de la industria manufacturera norteamericana no ha pasado a la historia, y que el futuro debería «hacerse en EEUU, todo en EEUU». Anunció niveles récord de inversión, la más alta desde la Segunda Guerra Mundial (SGM), destinada a investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, energía limpia e inteligencia artificial. Reiteró su plan para volver a aumentar la tasa del impuesto corporativo al 28%, reducida por la administración republicana en 2017 al 21%. Concluyó en un tono coloquial: «Amigos, no basta con reconstruir, tenemos que reconstruir mejor. Por eso mi plan es reconstruir mejor».
A lo largo de su campaña fue dejando claro que para satisfacer las expectativas de quienes más sufrieron en los años posteriores a la Gran Crisis del 2008, es decir, la clase media que se propone reconstruir, implementaría las siguientes políticas: aumentar el salario mínimo federal a 15 dólares la hora; devolver a los trabajadores sus derechos sindicales; y crear 10 millones de puestos de trabajo en la revolución hacia una economía limpia. Recalcó que su programa económico pivotaría en importantísimas inversiones en infraestructura en diez años, como requisito previo para la creación de empleo y riqueza, para que la clase media estadounidense pueda competir y ganar en la economía global[5].
Una vez hecho realidad su sueño, como inquilino ya de la Casa Blanca, estas líneas maestras quedaron publicadas en su The Build Back Better Framework, President Biden’s plan to rebuild the middle class[6].
Un plan acorde al espíritu y las necesidades de los tiempos
Cuando Biden asumió la presidencia el 20 de enero de 2021, era incuestionable que en los últimos decenios, en una economía global muy diferente de la que su país lideró tras la SGM, muchos trabajadores estadounidenses y sus comunidades venían viendo su situación económica deteriorarse.
Los EEUU se enfrentaban a cuatro desafíos evidentes. La base industrial de Estados Unidos se había reducido sustancialmente; un nuevo entorno definido por la competencia geopolítica comportaba importantes impactos económicos; la crisis climática que se agravaba mostraba la necesidad urgente de realizar una transición energética justa y eficiente; y, por último, una desigualdad creciente iba minando la cohesión social.
En aras del principio de atender ciegamente a los dictados del mercado, en nombre de pretender una eficiencia económica sin atender a sus repercusiones sociales, cadenas enteras de suministro de bienes estratégicos, con las industrias y los empleos que los producían, se habían trasladado al extranjero, fundamentalmente a Asia. El resultado fue que no se cumplía el postulado de que una profunda liberalización del comercio ayudaría a los EEUU a exportar bienes, y no empleos ni capacidad industrial.
Una gran economía «no de mercado» se había integrado al orden económico internacional de una manera que planteaba desafíos considerables. La República Popular China (RPC) venía subsidiando a gran escala tanto sectores industriales tradicionales, como el acero, como industrias clave del futuro, como la energía limpia, la infraestructura digital y las biotecnologías avanzadas. Con ello, EEUU veía mermarse su sector manufacturero y su competitividad en tecnologías clave en el futuro.
Los EEUU no habían adoptado políticas encaminadas a garantizarse el suministro de energía limpia, estable y asequible. Se seguía creyendo que había que elegir entre el crecimiento económico y el cumplimiento de los objetivos climáticos. Conforme las comunidades manufactureras estadounidenses se deshabitaban, las industrias de vanguardia se trasladaban a áreas metropolitanas. La clase media estadounidense perdió terreno, mientras que a los más acomodados les iba mejor que nunca. Al mismo tiempo, se venía evidenciando el resultado de los recortes fiscales de carácter regresivo, los recortes profundos a la inversión pública, y medidas activas para socavar el movimiento laboral, que inicialmente construyó la clase media estadounidense recientemente sacudida por una crisis financiera global desencadenada por la especulación financiera. Había que afrontar el desafío de una creciente desigualdad.
Con Biden ya en la Casa Blanca, la pandemia del COVID 19, desencadenada en diciembre de 2019, no tardó en mostrar la fragilidad de las cadenas de suministro. Un clima cambiante amenazaba vidas y medios de subsistencia. Lluvias torrenciales y sequías que devastaban áreas enteras provocaban perdidas en la producción agregada[7].
La invasión rusa de Ucrania de febrero de 2022 subrayó los riesgos de una dependencia energética excesiva. Era obvio: haber ignorado las dependencias económicas que se habían ido acumulado durante décadas de liberalización se había vuelto realmente peligroso. Los EEUU no sufrían la incertidumbre energética de Europa, pero las vulnerabilidades de la cadena de suministro de equipos médicos, semiconductores y minerales críticos evidenciaban dependencias que podían explotarse para obtener influencia económica o geopolítica. En síntesis, el diagnóstico era claro. No se había tenido en cuenta suficientemente las consecuencias internas de las políticas económicas internacionales[8]. En especial, el llamado «shock de China», que afectó especialmente a la industria, con impactos grandes y duraderos, ni se previó ni se abordó adecuadamente a medida que se desarrollaba.
Ante ello, la opción decisiva, desde el primer momento, de la administración Biden ha sido integrar más profundamente la política interna y la política exterior, o sea, «lo que hemos llamado una política exterior para la clase media», tal y como lo expresó en la Brookings Institution el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, al referirse a la renovación del liderazgo económico estadounidense[9].
El golpe de timón de Biden
En los últimos tres años, la Administración Biden viene intentando corregir el rumbo de su economía. Comenzando con la inversión en infraestructuras – retomando la tradición estadounidense que va del ferrocarril de Lincoln, pasando por las autopistas de Eisenhower hasta el viaje a la luna de Kennedy –, ha revitalizado la propia base industrial y de innovación con leyes ya históricas, a la par que se centra en abordar las prácticas económicas incorrectas de Pekín.
Robert Reich, Secretario de Trabajo durante el gobierno de Clinton, acaba de escribir que con Joe Biden está reviviendo el capitalismo democrático[10]. Cree que del error del gobierno de Obama de gastar muy poco para sacar a la economía de la Gran Recesión del 2008, aprendió que la pandemia requería un gasto sustancialmente mayor, que había que dar a las familias trabajadoras un colchón contra la adversidad y por ello impulsó en marzo de 2021 el gigantesco Plan de Rescate Estadounidense, de 1,9 billones de dólares.
A este le siguió, en noviembre de 2021, un plan de infraestructura de 1,2 billones de dólares, destinado a reconstruir puentes, carreteras, transporte público, banda ancha, sistemas de agua y energía. Por último, en agosto de 2022, lanzó la Inflation Reduction Act (IRA), mediante la cual se dedicarán 740.000 millones de dólares en 10 años a subsidios e inversiones para la transformación energética y la lucha contra el cambio climático. Se trata de un paquete de política industrial y sustitución de importaciones de dimensiones descomunales, que la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, ha bautizado como «economía de la oferta moderna»[11].
Recientemente, el Nobel de Economía Paul Krugman, se preguntaba por las razones de este talante tan nacionalista del actual presidente. Este, en su opinión, está cambiando silenciosamente los fundamentos básicos del orden económico mundial[12].
Estado de la economía en el año electoral
Biden afronta un año electoral con no pocos logros, y alguna que otra seria preocupación. El desempleo ha disminuido y la confianza de los consumidores está aumentando, pero la inflación general es alta y los salarios no siguen el ritmo de la inflación[13]. Más en concreto, desde que el presidente Joe Biden asumió el cargo hace tres años la economía añadió más de 14 millones de puestos de trabajo. La cifra es ahora casi 4,9 millones más alta que antes de la pandemia. La inflación se disparó al nivel más alto en más de 40 años. A pesar de la reciente moderación, los precios al consumidor aumentaron casi un 18% en general durante la época de Biden. La bencina ha aumentado un 29%. Los ingresos semanales promedio han aumentado, pero no han seguido el ritmo de los precios: después del ajuste por inflación, los ingresos semanales «reales» disminuyeron un 3,4%. Desafiando las expectativas, después de que la Reserva Federal comenzara a subir las tasas de interés en marzo de 2022 para frenar la inflación, la economía del país se expandió un 2,5% en 2023, marcando el tercer año consecutivo de crecimiento económico. El PIB real aumentó un 5,8% en 2021 y un 1,9% en 2022.
El déficit comercial de bienes y servicios es aproximadamente un 20,9% mayor del de hace tres años. El número de personas sin seguro médico ha disminuido. El número de personas que reciben asistencia alimentaria federal se ha reducido en más de 700.000. La deuda pública ha aumentado aproximadamente un 24,7%. Biden prometió crear un millón de nuevos empleos en el sector manufacturero, y se está acercando a ese objetivo.
El impacto de los datos económicos en el año de las elecciones es más que obvio: sin duda, influyen cuando hay que decidir a quién otorgar o quitar la confianza. La clave será cómo los valoraran los votantes. Hay que considerar que, además, muchas de las políticas de Biden apuntan al largo plazo, a revitalizar la economía estadounidense, enzarzada en una pugna con la República Popular China (RPC), ya que ésta desafía hoy su posición hegemónica.
Un clima de creciente tensión
En los últimos 50 años, China ha pasado de ser uno de los países más pobres y aislados del mundo a convertirse en el corazón de la cadena de suministro global. Experimentó un boom constante al desatar las fuerzas del mercado y movilizar sus inmensos recursos de mano de obra bien formada y naturalmente emprendedora.
A este hecho, que ha cambiado el mundo, se refirió el pasado diciembre la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en el 50º aniversario del US-China Business Council. Indicó que, hace un tiempo, la participación de China en el PIB mundial era inferior al 3% y que ahora es casi el 18%; que China se ha convertido en el tercer socio comercial de EEUU, tras Canadá y México; y que EEUU es, a su vez, el mayor socio comercial de China. En su opinión, esto constituye toda una oportunidad: las exportaciones a China y la inversión de China pueden seguir respaldando el empleo estadounidense, y al acceder al mercado chino, las empresas estadounidenses pueden reducir los costos de producción, volverse más competitivas y crear aún más puestos de trabajo. «Pero durante demasiado tiempo, los trabajadores y las empresas estadounidenses no han podido competir en igualdad de condiciones con los de China. La RPC despliega prácticas económicas desleales, desde herramientas no comerciales hasta barreras de acceso para empresas extranjeras y acciones coercitivas contra empresas estadounidenses. Estas políticas perjudican a los trabajadores y empresas estadounidenses»[14].
Para las últimas administraciones de los EEUU, la solución de esta contienda comercial exige que China cumpla con sus compromisos con la Organización Mundial del Comercio (OMC) y que realice ciertas reformas que probablemente afectarán el control estatal sobre la economía. El presidente Xi afirma continuamente el compromiso de China con el marco comercial multilateral basado en reglas, pero para los EEUU esta continúa incumpliendo sus compromisos con la OMC[15].
Washington entiende que, además, se necesitan nuevas normas comerciales para abordar las prácticas económicas de China, que no están cubiertas por sus compromisos en la OMC, en áreas como las empresas estatales, con importantes subsidios, y el comercio digital. Estos problemas también surgen en un momento de creciente preocupación estadounidense por los riesgos para la seguridad nacional que presenta China, particularmente con respecto al acceso a la tecnología[16].
En Davos, este año, el asesor de Seguridad, Jake Sullivan, afirmó que «nuestros competidores estratégicos no deberían poder explotar las tecnologías estadounidenses para socavar nuestra seguridad nacional o la de nuestros aliados y socios. Esto sería un suicidio»[17]. Para hacer frente a esto, la administración Biden ha tomado medidas con el fin de regular las inversiones exteriores que implican tecnología de posible uso militar. Aclaró que no pretenden un bloqueo tecnológico a China, ni restringen un comercio y una inversión más amplios. Sullivan añadió que la administración Biden sigue comprometida con la OMC, amenazada por prácticas y políticas económicas no de mercado. Por eso pretende reformar el sistema de comercio multilateral de modo que beneficie a los trabajadores, tenga en cuenta intereses legítimos de seguridad nacional y enfrente cuestiones urgentes que no están plenamente integradas en el marco actual de la OMC, como el desarrollo sostenible y la transición a la energía limpia.
Hoy es un hecho de sobra conocido que no pocas empresas estadounidenses, ante el enfoque económico impulsado por los actuales mandatarios chinos en la industria y las finanzas, sintiéndose no tratadas en manera justa, están reconsiderando sus planes de inversión y compromisos de recursos, y una mayor proporción de empresas indicaron planes para trasladar algunas de sus operaciones fuera de China. Por eso se habla de haberse iniciado un proceso de desacoplamiento.
Las medidas de contención de las exportaciones de alta tecnología desde los EEUU y la orientación del plan estratégico auspiciado por Xi Jinping – «Hecho en China 2025» – para reducir la dependencia de la tecnología extranjera, están conduciendo a una situación en la que el mundo gravita hacia dos ecosistemas tecnológicos independientes, uno centrado en EEUU y otro en China. «De hecho, la idea de pasar repentinamente de la hiperglobalización a la no-globalización mediante una acción política, a saber, el desacoplamiento, no refleja la realidad. Lo que estamos experimentando es un proceso lento pero constante de bifurcación de las tecnologías»[18].
El pulso entre las dos grandes potencias es evidente[19]. Recientemente, el presidente chino instó al Secretario de Estado de los EEUU, Antony Blinken, a adoptar una visión positiva y constructiva del desarrollo de China como requisito para mejorar las relaciones[20]. Tras el encuentro, Blinken declaró que Rusia tendría dificultades para mantener su ataque a Ucrania sin el apoyo de China, y que «si China no aborda este problema, nosotros lo haremos»[21].
¿Mantendrá el dólar su dominio global?
China ha cambiado la geopolítica global. Por su éxito económico y su tamaño desafía a EEUU, el líder mundial en producción y tecnología desde 1870. El gigante asiático está ahí y lo que ha logrado ya le configura como el rival por antonomasia de EEUU. Preocupa por su tamaño y por su naturaleza diferente: «Es un Estado no liberal que está buscando el liderazgo en un mundo liberal»[22]. Se teme que pueda utilizar su nuevo poder económico para lograr una supremacía política y militar.
Desde 1945, el sistema económico y comercial internacional se basa en el dólar, ancla del llamado «sistema de Bretton Woods», que duró desde la SGM hasta 1971, cuando el Presidente Nixon lo desvinculó del oro y nació el actual sistema de tipos de cambio flotantes. Desde entonces, el dólar ha seguido siendo la divisa mundial más importante. En esta divisa se mantienen alrededor del 60% de las reservas de los bancos centrales, se realizan dos tercios del comercio mundial y se fijan los precios de las principales materias primas, como el petróleo, el acero, el cobre, el trigo, la cebada y el maíz.
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La ventaja para EEUU es que emitir la moneda mundial le facilita la adquisición de sus importaciones y pedir préstamos a otros países. Sus partidarios denominan a este sistema «orden internacional», sus críticos lo tildan de «hegemonía yanqui». En los últimos decenios, los EEUU vienen incurriendo en un doble déficit, el de la balanza comercial y el del sector público. Sin embargo, dada la posibilidad de emitir moneda a coste cero, estos son «déficits sin lágrimas», en expresión de Jacques-Léon Rueff, consejero del general De Gaulle, pues no exigen un aumento impositivo o una depreciación del dólar.
La posibilidad de emitir y monetizar grandes cantidades de deuda pública viene permitiendo a Washington compartir con otros países una parte de los costes de su propio crecimiento económico interno y de su influencia internacional. Ha hecho posible internamente el apoyo a políticas fiscales expansivas que van desde el programa welfare Great Society, lanzado en 1964 por Lyndon Johnson, hasta la American Rescue Plan Act de Biden, de 2021, para reactivar la economía tras la pandemia. En política exterior, sucedió lo mismo con los costes de la reconstrucción de posguerra en Europa y Japón, los conflictos en Corea y Vietnam, las intervenciones militares en Kuwait, Irak y Afganistán. Además, la hegemonía del dólar y el control de los sistemas de pago internacionales le han permitido imponer sanciones económicas[23]. Esta centralidad del dólar viene representando un «privilegio exorbitante» para Washington, como ya señaló el presidente francés Valéry Giscard d’Estaing en la década de 1970[24].
Un dólar hegemónico ha acompañado y apoyado el proceso de globalización moderno, hoy en redimensionamiento. Aunque la RPC es un gigante económico, la segunda economía del mundo y el primer exportador global, en términos monetario y financiero tiene una relevancia mucho menor. El papel del yuan en los pagos internacionales es solo el 4,5% del total y su peso en las reservas de divisas de los bancos centrales no llega al 2,5%. Ahora bien, China es el país más activo en la búsqueda de una alternativa al dólar[25]. ¿Está el dólar a punto de perder su dominio en las transacciones económicas y financieras globales? El reto es creíble, es real. Pekín está impulsando el e-yuan – cuyo uso es aún limitado y mayoritariamente nacional – en los pagos transfronterizos[26]. El alejamiento de Rusia del dólar, que comenzó después de su anexión ilegal de Crimea en 2014, fue motivado por el temor – que se reveló real – a las sanciones estadounidenses; la campaña de Lula por una moneda común refleja la opinión de que el creciente poder e influencia de los BRICS ya no se puede ignorar, y que merecen un asiento más importante en la mesa monetaria, esté o no de acuerdo EEUU.
La campaña de internacionalización del yuan de China refleja un deseo de proyectar poder a nivel internacional, y lograr un impulso hacia la autosuficiencia económica y financiera. Desde este punto de vista, es poco probable que la singular preeminencia del dólar sobreviva en un mundo dominado por dos grandes economías enfrentadas, de las cuales sólo una se beneficia del «privilegio exorbitante» del dólar.
El yuan chino será sin duda un rival para el dólar estadounidense, pero no parece que lo sustituirá. Quizá con el tiempo podría haber «dos sistemas monetarios, uno occidental y otro chino, que funcionen de forma diferente y se solapen»[27]. China persigue esto paso a paso. No tiene prisa, ya que, como decía Confucio, no importa lo lento vayas, siempre y cuando no te detengas.
La historia confirma que el estatus de moneda internacional se puede perder. El alejamiento de la libra esterlina ya estaba en marcha después de la Primera Guerra Mundial. Si el actual proceso de desvinculación monetaria continúa y el dólar deja de ser la moneda de referencia mundial, esto podría representar el comienzo de una lenta desaparición de la hegemonía estadounidense[28]. Un proceso similar al que le ocurrió al Reino Unido cuando la libra empezó a perder centralidad en 1914. En este caso, el escenario más probable sería el de una fragmentación monetaria, que llevaría a una importante reducción de la globalización. Las consecuencias sobre la potencia económica de los EEUU son más que obvias.
Conclusión
En las elecciones, como señalamos más arriba, la situación económica influye en el ánimo de los electores. Sin embargo, no es absolutamente determinante. La administración Biden viene mostrando sus logros: «Hemos creado casi 14 millones de puestos de trabajo, incluidos 750.000 en el sector manufacturero. Los salarios reales están aumentando. Hemos tenido 23 meses consecutivos de desempleo por debajo del 4% por primera vez en medio siglo»[29].
El resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo noviembre, como la mayoría de los anteriores, dependerá casi con toda seguridad de las condiciones económicas internas o, más exactamente, de cómo se perciban. Lo cierto es que las últimas encuestas sugieren que el desajuste entre percepción y realidad puede ser el mayor problema del presidente Biden[30]. ¿Tendrán los votantes plenamente en cuenta las medidas en las que Biden ha basado la reactivación del liderazgo estadounidense en el mundo, o pesará en el voto la experiencia de tres años de inflación? ¿No fue la inflación causada por el desencadenamiento de un estímulo macroeconómico que superó la capacidad de producción de la economía? Un efecto necesario de las políticas económicas del Presidente ha sido la subida de los precios, por lo que Biden es responsable tanto de la elevada inflación como de la abundancia de puestos de trabajo[31].
Queda por ver cómo pueden influir otras cuestiones, como la política migratoria o la postura adoptada en la guerra de Israel contra Hamás. Es bien sabido que, salvo en el tema de China[32], las propuestas de Trump son significativamente diferentes, o incluso opuestas, a las de Biden. La importancia para la vida de sus ciudadanos y para los del resto del mundo es más que obvia.
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«Remarks of President Joe Biden – State of the Union Address As Prepared for Delivery», 7 de marzo de 2024, en www.whitehouse.gov/state-of-the-union-2024 ↑
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Esta intervención es conocida como The Four Freedoms Speech («El discurso de las cuatro libertades»), en www.en.wikisource.org/wiki/The_Four_Freedoms_speech ↑
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Cf. C. García Encina, «Comienza la campaña de Biden», en Real Instituto Elcano, 14 de marzo de 2024 (www.realinstitutoelcano.org/comentarios/comienza-la-campana-de-biden). ↑
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A. Khalid – B. Sprunt, «Biden Counters Trump’s “America First” With “Build Back Better” Economic Plan», en npr (www.npr.org/2020/07/09/889347429/biden-counters-trumps-america-first-with-build-back-better-economic-plan), 9 de julio de 2020. Cf. S. Sullivan – J. Stein, «Biden releases U.S.-centered economic plan, challenging Trump’s “America First” agenda», en The Washington Post, 9 de julio de 2020. ↑
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Cf. A. Battaglia, «Chi è Joe Biden e qual è il suo programma», en Wall Street Italia (www.wallstreetitalia.com/joe-biden-chi-e-programma), 5 de febrero de 2020. ↑
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Cf. The Build Back Better Framework. President Biden’s plan to rebuild the middle class, The White House (www.whitehouse.gov/build-back-better). ↑
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Cf. N. Stern – J. E. Stiglitz – C. Taylor, «The Economics of Immense Risk, Urgent Action and Radical Change: Towards New Approaches to the Economics of Climate Change», en Nber Working Paper Series, Working Paper 28472 (www.nber.org/papers/w28472). ↑
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A nivel teórico, es fundamental remitir a las reacciones de P. A. Samuelson, «Where Ricardo and Mill Rebut and Confirm Arguments of Mainstream Economists Supporting Globalization», en Journal of Economic Perspectives 18 (2004/3) 135-146. Cf. D. Rodrik, La globalizzazione intelligente, Roma – Bari, Laterza, 2015. ↑
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Cf. «Remarks by National Security Advisor Jake Sullivan on Renewing American Economic Leadership at the Brookings Institution», 27 de abril de 2023 (www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2023/04/27/remarks-by-national-security-advisor-jake-sullivan-on-renewing-american-economic-leadership-at-the-brookings-institution). ↑
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Cf. R. Reich, «Biden has revived democratic capitalism – and changed the economic paradigm», en The Guardian (www.theguardian.com/commentisfree/2023/feb/06/joe-biden-democratic-capitalism-changed-economic-paradigm-reagan-free-market), 6 de febrero de 2023. ↑
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U.S. Department of the Treasury, «Remarks by Secretary of the Treasury Janet L. Yellen on the Biden-Harris Administration’s Economic Agenda in Ohio», 27 de octubre de 2022 (https://home.treasury.gov/news/press-releases/jy1057). ↑
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Cf. P. Krugman, «Why America Is Getting Tough on Trade», en The New York Times (www.nytimes.com/2022/12/12/opinion/america-trade-biden.html), 12 de diciembre de 2022. ↑
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Cf. E. Kiely et al., «Biden’s Numbers, 25 January 2024 Update. Our latest quarterly look at various statistical measures during Biden’s presidency», en FactCheck.org (www.factcheck.org/2024/01/bidens-numbers-january-2024-update), 25 de enero de 2024. ↑
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U.S. Department of the Treasury, «Remarks by Secretary of the Treasury Janet L. Yellen on the U.S.-China Economic Relationship», 14 de diciembre de 2023 (home.treasury.gov/news/press-releases/jy1994). ↑
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Cf. United States Trade Representative, 2018, Report to Congress On China’s WTO Compliance, febrero 2019 (https://ustr.gov/sites/default/files/2018-USTR-Report-to-Congress-on-China%27s-WTO-Compliance.pdf); M. Wu, «The “China, Inc.” Challenge to Global Trade Governance», in Harvard International Law Journal, vol. 57, 2016, 1001-1063 (https://hls.harvard.edu/bibliography/the-china-inc-challenge-to-global-trade-governance). ↑
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Cf. J. P. Meltzer – N. Shenai, «The US-China economic relationship: A comprehensive approach», Brookings Institution, 28 de febrero de 2019 (www.brookings.edu/articles/the-us-china-economic-relationship-a-comprehensive-approach). ↑
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«Remarks and Q&A by National Security Advisor Jake Sullivan at the 2024 World Economic Forum – Davos, Switzerland», 16 de enero de 2024 (www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2024/01/16/remarks-and-qa-by-national-security-advisor-jake-sullivan-at-the-2024-world-economic-forum-davos-switzerland). ↑
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A. García-Herrero, «China and the US might not be decoupling but their technologies are bifurcating», en Bruegel (www.bruegel.org/newsletter/china-and-us-might-not-be-decoupling-their-technologies-are-bifurcating), 16 de mayo de 2023. ↑
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Cf. E. Economy – M. Pottinger – M. Gallagher – E. Medeiros, «Can China Remake the World?», en Foreign Affairs, 2 de mayo de 2024. ↑
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Cf. «Il presidente cinese Xi al segretario americano Blinken: “Usa e Cina siano partner, non rivali”», en Rai News.it (www.rainews.it/articoli/2024/04/usa-cina-il-presidente-cinese-xi-incontra-blinken-d0bcf7ab-205c-4e24-8f18-1e756842a381.html), 26 de abril de 2024. ↑
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M. Birnbaum – C. Shepherd, «Blinken warns China to address its support for Russia or “we will”», en The Washington Post (www.washingtonpost.com/world/2024/04/25/blinken-china-wang-yi-beijing), 26 de abril de 2024. ↑
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E. C. Economy, The Third Revolution: Xi Jinping and the New Chinese State, Oxford, Oxford University Press, 2018, 17. ↑
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Cf. M. Magnani, Il grande scollamento. Timori e speranze dopo gli eccessi della globalizzazione, Milán, Bocconi University Press, 2024. ↑
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Cf. B. Eichengreen, Exorbitant Privilege: The Rise and Fall of the Dollar and the Future of the International Monetary System, Oxford, Oxford University Press, 2011. ↑
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Cf. Magnani, Il grande scollamento…, cit., 176-180. ↑
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Cf. B. Eichengreen, Exorbitant Privilege…, cit., 181-194. ↑
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M. Wolf, «A new world of currency disorder looms», en Financial Times (www.ft.com/content/f18cf835-02a0-44ff-875f-7de7facba54e), 29 de marzo de 2022. ↑
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Cf. B. Eichengreen, «Will the dollar keep its global dominance? The US needs to get its act together», en The Guardian (www.theguardian.com/business/2023/sep/11/us-dollar-global-dominance-us-russia-china-brics), 11 de septiembre de 2023. ↑
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Así lo hizo Jake Sullivan en Davos. ↑
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Cf. B. Eichengreen, «The US Economy Is Up, so Why Is Biden Down?», en Project Syndicate (www.project-syndicate.org/commentary/biden-popularity-lagging-strong-us-economy-by-barry-eichengreen-2023-08), 10 de agosto de 2023. ↑
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Cf. «Joe Biden is more responsible for high inflation than for abundant jobs», en The Economist (www.economist.com/leaders/2023/05/11/joe-biden-is-more-responsible-for-high-inflation-than-for-abundant-jobs), 11 de mayo de 2023. ↑
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Cf. T. Hunnicutt – S. Holland, «Biden sharply hikes US tariffs on an array of Chinese imports», en Reuters (https://tinyurl.com/ytbwz9cc), 14 de mayo de 2024. ↑
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